lunes, 21 de octubre de 2019

La deriva del mercado laboral requiere otras soluciones


Por desgracia, un año más, los resultados del mes de agosto han sido nefastos para nuestro mercado de trabajo. 
La destrucción de contratos en el mes de agosto (como consecuencia del fin del verano), la falta de perspectivas de la industria y la incertidumbre de la construcción ante el enfriamiento de las expectativas económicas nos han dejado un número de desempleados que aumentó en más de 54.000 personas y, lo que es más importante, una pérdida de más de 212.000 cotizantes a la Seguridad Social (el peor dato desde 2008, año en el que se empezó a vislumbrar el alcance de la crisis); lo que viene a confirmar lo que los analistas preveíamos desde el segundo semestre del año 2018. Todo esto se ha resuelto con 3.065.804 personas inscritas en el Servicio Público de Empleo Estatal.
La verdad es que hay pocos datos positivos que destacar en la información recibida, en un momento en el que se ha perdido empleo en servicios, construcción e industria, y solo la agricultura ha sido capaz de crear empleo. Pero quizá es importante destacar el crecimiento interanual del empleo en un 2,5 por ciento, lo que significa que aunque vamos perdiendo fuerza en la creación de empleo, todavía conservamos cierta inercia que hará que la caída sea algo más suave.
El año pasado, en el mismo mes, al menos, manejábamos un dato esperanzador, los contratos indefinidos habían mejorado un 33 por ciento con respecto al mismo mes del año anterior. Pero este año, y como viene siendo habitual desde la entrada en vigor del salario mínimo interprofesional, la temporalidad sigue ganando terreno, y los contratos indefinidos, después de mejorar durante 50 meses consecutivos lo van perdiendo y solo el 8,1 por ciento de los contratos fueron indefinidos, un 19,9 por ciento menos respecto al año anterior. Sin duda, nos encontramos con un peligroso cambio de tendencia que no sabemos cuándo se frenará.
Siempre hemos pensado que la temporalidad de nuestro mercado laboral está relacionada con la estacionalidad de nuestro tejido productivo, pero no debemos olvidar, que esa temporalidad también afecta a la Educación, a la Sanidad, al sector público en general, etc. con lo cual el problema es mucho más profundo. Además, por si todo lo anterior no fuera suficiente, los datos desestacionalizados (son los datos corregidos teniendo en cuenta que hay diferencias sistemáticas en las series de datos según el momento concreto del año), arrojan un aumento de 4.435 parados más, mal dato que se arrastra desde el mes de junio de forma consecutiva. Este encadenamiento de 3 meses consecutivos no se daba desde 2013.
Como ya sabemos, la economía mundial y, por supuesto, la española, están cruzando un momento delicado, donde las perspectivas no son nada halagüeñas y aunque de momento el crecimiento económico (y con ello el empleo está aguantando mejor en Es-paña que en otros países de nuestro entorno) la ra-lentización es clara (hemos registrado el menor crecimiento del PIB de un trimestre en los 5 últimos a-ños). Las guerras comerciales entre EEUU y Chi-na, el Brexit, el parón de Alemania, la inestabilidad política que supone tener un Gobierno en funciones, etc..., hacen que tengamos que ser muy cautos en las perspectivas sobre la creación de empleo en España en los próximos meses.
Aunque de momento la demanda interna está aguantado bien la incertidumbre (el consumo de los hogares está resistiendo, en parte gracias a la subida del salario mínimo interprofesional y la moderación de la inflación) la relación entre el crecimiento de nuestro mercado de trabajo y el consumo de los hogares tiene una relación muy estrecha y, ante las malas perspectivas, no esperamos que este buen comportamiento se pueda extender mucho en el tiempo.
Si a esto sumamos, además, que previsiblemente el consumo público (principal impulsor de la economía y de la creación de empleo en el último trimestre de 2018 y el primer trimestre de 2019) deberá moderarse, con un Gobierno en funciones, con un presupuesto prorrogado y un endeudamiento público al límite; si además las exportaciones de bienes y servicios han crecido la mitad que en 2018; si la inversión extranjera también se ha frenado bruscamente y si la inversión empresarial está ralentizándose... estamos ante la tormenta "perfecta".
Para paliar esta situación, el nuevo Ejecutivo debería, en los próximos meses, replantearse la política fiscal y laboral que vaya a poner en marcha. Hay mucho en juego y una nueva subida de impuestos, de cotizaciones sociales, del salario mínimo, etc. sería la puntilla que necesita nuestra economía y por extensión nuestro mercado laboral para caer de forma abrupta.
Fuente: Carlos Martinez - eleconomista.es/

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