Educar a los líderes del futuro con la conciencia de que, más allá del beneficio puramente económico, todas las decisiones que tomen tendrán un impacto real sobre la sociedad globalizada de la que forman parte. Ese es, a grandes rasgos, el objetivo que ha llevado a la Universidad Loyola a desarrollar un proyecto de investigación docente que integra los Objetivos de Desarrollo Sostenible en el plan de estudios de ADE y Economía, una iniciativa enmarcada dentro del esfuerzo generalizado de las universidades españolas por incorporar los principios de sostenibilidad a todas sus acciones. “La sostenibilidad económica, social y medioambiental debe ser la hoja de ruta que marque el rumbo en la toma de decisiones de las empresas del futuro”, sostiene Yolanda Muñoz, profesora adjunta en el grado de ADE y coordinadora de este proyecto. Una prioridad que hoy implica a todos los miembros de la comunidad universitaria (la conferencia de rectores (CRUE) adoptó, en 2018, siete compromisos con el desarrollo sostenible), potenciando las iniciativas de muchos docentes y universidades que trabajaban ya estos aspectos y sus competencias desde hace años.
Ahora bien, ¿por qué es importante que la
universidad se implique en la consecución de los ODS y la Agenda 2030? “Se
trata, sobre todo, de que las universidades sirvamos de ejemplo y motivación
para otras instituciones, como modelo de lo que debería hacerse en la sociedad”,
explica Manuel Pérez Mateos, rector de la Universidad de Burgos y presidente de
la comisión sectorial de sostenibilidad de CRUE. “Los campus deben servir de
prototipo para esa transformación social que creo que tenemos la
responsabilidad de transmitir, sobre todo las universidades públicas. Por eso,
cada vez más estamos integrando los ODS en los planes de estudio, en los
proyectos de investigación y casi, si me apuras, en cualquier actividad”. La
igualdad, el desarrollo sostenible, los derechos humanos... Cuestiones que,
argumenta, podían ser antes coyunturales o accesorias, pero que ya forman parte
de los planes de los equipos rectorales. “Además, está claro que debemos formar
a los estudiantes dotándoles de las herramientas necesarias para que se enfrenten
a esos desafíos con una óptica diferente, porque al final son ellos quienes
tendrán que aportar soluciones”, esgrime Ana Hernández, coordinadora del grupo
de trabajo que impulsa la integración de los ODS en Loyola.
“Yo te daría cuatro razones que justifican
nuestra apuesta por la sostenibilidad”, añade Pérez Mateos. “La primera es que
sin desarrollo sostenible no hay futuro, y por eso es fundamental que formemos
a nuestros estudiantes. La segunda, al hilo de la crisis económica y social
provocada por la pandemia, es que este es un buen momento para reflexionar
sobre la necesidad de modificar la estructura social que tenemos, y cambiar el
modelo de desarrollo económico hacia otro más sostenible”. El tercer motivo,
apunta, ya lo recordaba Kofi Annan: “Mientras uno de cada cinco habitantes del
planeta esté en situación de pobreza, no puede haber verdadera estabilidad en
el mundo, y eso hay que cambiarlo”. Y, por último, está la necesidad de
“trabajar de forma conjunta y asociativa, estableciendo alianzas con otras
universidades, instituciones y empresas, para progresar con rapidez” (ODS 16).
ADE, Economía y
desarrollo sostenible
En varias ocasiones, Muñoz hace referencia a
las tres patas de la sostenibilidad, que ha de ser económicamente rentable, a
la vez que sostenible social y medioambientalmente. De ahí que el proyecto que
está implementando la Universidad Loyola incluya hasta seis asignaturas
repartidas a lo largo de los planes de estudio de ADE y Economía, en las que la
parte teórica da paso al trabajo por proyectos en todos los ámbitos relevantes.
“Por ejemplo, en Economía de la Empresa (de primer curso), una de las cosas que
enseñamos a los alumnos es a planificar y determinar los objetivos de la
empresa. ¿Y qué les pedimos nosotros? Que, cuando formulen estos objetivos, los
vinculen a alguno de los ODS en los que generan impacto. Ya no se trata solo de
gestión empresarial, sino del impacto en términos de sostenibilidad”.
En segundo curso, los ODS se trabajan en
Fundamentos del Marketing, mientras que, en tercero, se hace a través de las
asignaturas de Innovación en la Empresa y Dirección de Operaciones
(producción). “Ahí, una de las áreas temáticas es la gestión de inventarios.
¿Cómo impactan la gestión de un almacén, la cadena de suministros, la logística...
en los ODS? En enero tuvimos un seminario muy interesante sobre gestión de la
producción y economía circular, y eso se acabó vinculando a todos los ODS:
producción responsable, acción por el clima, igualdad de género...” Y,
finalmente, en cuarto curso, el trabajo de fin de grado (TFG) les hace
desarrollar un proyecto de simulación en un mercado competitivo en el que su
toma de decisiones ha de venir acompañada de una evaluación de impacto no solo
medioambiental, sino también social (cómo gestionan las plantillas, las
contrataciones, los despidos...).
El empeño dedicado a incorporar los ODS a su
formación universitaria les ayuda a desarrollar una serie de competencias que
contribuirán a mejorar su empleabilidad: “A nivel general, se consiguen alumnos
mucho más abiertos a la diversidad y al intercambio de culturas, una
competencia fundamental en un entorno global; alumnos muy abiertos a la
innovación; y, desde luego, el sentido ético en su desempeño profesional: que
sean estudiantes mucho más comprometidos y conscientes de la realidad en la que
están inmersos (…). Al final se convierten en agentes de cambio; porque reducir
la pobreza depende de que los que están en la toma de decisiones sean
conscientes de que con ellas pueden lograr aumentar o reducir esa brecha”,
reflexiona Muñoz.
ODS en cada área del
conocimiento
“Cualquier profesor de cualquier materia
puede vincular el conocimiento que trata de transmitir a los estudiantes con
los Objetivos
de Desarrollo Sostenible”, recuerda el rector de la Universidad de
Burgos. Educación Social, Ciencias de la Salud, Economía, Derecho, Ingeniería,
Psicología, Ciencias Ambientales... Un esfuerzo que ha sido más sencillo de
implementar en los títulos de máster que en los de grado, donde aún depende
mucho del profesor y la universidad, mientras que en investigación ya hay
múltiples líneas desarrolladas específicamente en torno a la Agenda 2030. De
una de ellas, relacionada con la eficiencia energética en los edificios, es
vivo ejemplo la propia universidad castellana: “Hemos introducido el
modelo Passivhaus, que mejora los procesos de aislamiento en
la rehabilitación de edificios (ODS 7), y que está basada en una línea de
investigación desarrollada por uno de nuestros equipos”, explica Pérez Mateos.
Más allá de su actividad docente e
investigadora, la sostenibilidad en las universidades españolas incluye también
la gestión de sus propios campus. Así, hay planes para tratar de mejorar la
eficiencia energética, favorecer la movilidad sostenible y reducir al máximo la
huella de carbono, lo que a su vez va asociado a programas de reducción de
gases de efecto invernadero. “En este sentido, nos hemos comprometido a
trabajar, en colaboración con los órganos de gobierno de las universidades,
para que antes de 2025 hagamos el cálculo y registro de nuestra huella de
carbono y pongamos en marcha actividades para su compensación, de manera que en
2030 las universidades hayan reducido sus emisiones de gases en un 50 % con
respecto a los niveles de 1990, y se consiga la neutralidad climática en 2045″.
En octubre de 2020, CRUE presentó el
documento Universidad
2030. Qué sociedad queremos dentro de 10 años, en el
que la institución reivindica el papel de la universidad para adoptar en España
una economía del conocimiento que tiene en el desarrollo sostenible uno de los
pilares fundamentales. Eso, unido al compromiso adquirido dos años antes, marca
el rumbo a seguir y amplía la labor que ya venían desarrollando, de forma
aislada, distintas acciones repartidas por un amplio número de universidades, y
que puede observarse en el dosier Implementando
la Agenda 2030 en la universidad, publicado en 2020
por la Red Española de Desarrollo Sostenible (REDS). Proyectos como, por
ejemplo, el introducido por la Universidad de Valencia, incorporando los ODS en
la formación del profesorado de Primaria y Secundaria; el proyecto de
descarbonización de la Universidad Politécnica de Madrid o las campañas en
torno a los ODS realizadas por el Ethic-Ad-Lab de la Universidad de Valladolid.
Los 45 casos prácticos incluidos en el documento
de REDS provienen de 27 universidades españolas e incluyen metodologías como el
Aprendizaje Servicio (ApS), el trabajo por proyectos o de investigación-acción.
Los casos sirven de inspiración para quienes aún han de subirse al carro: en la
Universidad Rey Juan Carlos (Madrid), el proyecto de ApS StreetLaw, integrado
en la asignatura de Filosofía del Derecho, aborda la problemática de la
integración social de los migrantes y los derechos humanos, colaborando con
distintas instituciones y ONGs; mientras que el Campus Bizia Lab de la
Universidad del País Vasco es una iniciativa derivada de su participación en el
proyecto Erasmus University Educators for Sustainable Development (UE4SD),
y se materializa a través de los TFG y TFM, al abordar distintos retos de
sostenibilidad definidos cada año en los ámbitos de transición energética,
economía circular, cultura y sostenibilidad, gestión de residuos, alimentación
saludable o movilidad y planificación urbanística, entre muchos otros.
Respecto a la futura ley del sistema
universitario (LOSU), el rector no deja de reivindicar el papel que deberían
jugar las universidades en la definición y el desarrollo de las políticas y
estrategias de desarrollo sostenible, a la vez que pide “que se incremente en
al menos un 0,5 % el presupuesto de las universidades con destino específico en
la sostenibilidad y la consecución de un desarrollo sostenible”.
Sostenibilidad en los
trabajos de fin de grado y máster
“En nuestra responsabilidad social
universitaria, tenemos la gran ventaja de proporcionar los mejores escenarios
para que las empresas se involucren y asocien su rentabilidad económica a la
generación de impactos sociales y ambientales favorables al medioambiente y a
un estilo de vida más sostenible”, recuerda Pérez Mateos. Un contexto en el que
surgen iniciativas como U4Impact,
una plataforma que conecta a universitarios de toda España con empresas y
organizaciones sociales para fomentar proyectos de impacto real que aceleren
los ODS a través de los trabajos de fin de grado (TFG) o de máster (TFM).
Impulsada por la Asociación TFCoop, cuenta con el apoyo de más de 15
universidades españolas, y ya ha conectado a más de 160 estudiantes con un
centenar de ONGs, emprendedores y empresas.
Desde la innovación social hasta la
sostenibilidad ambiental, 80 son los proyectos que se han desarrollado hasta la
fecha, con otros 80 ya en marcha, según señalan desde esta plataforma. Entre
ellos, el
proyecto con la Fundación del Síndrome de Dravet, para la
investigación del impacto sociológico de la enfermedad en enfermos y
familiares; o el realizado con la Asociación Española de ELA (esclerosis
lateral amiotrófica), en el que han participado estudiantes de distintas
universidades. Se trata de un ecosistema, en definitiva, en el que tanto
empresas como estudiantes salen beneficiados: las primeras, porque pueden
conectar con un talento joven que les ayuda a impulsar la innovación y la
sostenibilidad; y los segundos, porque desarrollan competencias demandadas por
el mercado laboral, ganan en empleabilidad y se empoderan como agentes de
cambio capaces de transformar la sociedad.
Fuente: Nacho Meneses - elpais.com/economia/formacion/
0 comentarios:
Publicar un comentario