La inteligencia artificial es la palabra de moda, pero, ¿acaso somos conscientes de la magnitud de una tecnología como esta? ¿Y de los impactos que ha generado y sigue generando su puesta a disposición del gran público? Es probable que la respuesta mayoritaria entre la población fuera el habitual "no sabe / no contesta" de las encuestas demoscópicas.
Afortunadamente, el enorme interés que ha desatado la llegada de herramientas como ChatGPT ha llegado también al colectivo investigador que nos permitirá tratar de encontrar una respuesta para estas cuestiones.Diferentes estudios recientemente publicados han elevado al debate público los posibles y probables perjuicios que genera el desarrollo de la inteligencia artificial. El mayor de todos ellos es el gran coste medioambiental derivado de su proceso de entrenamiento, ya que requirió de enormes cantidades de energía. Entrenar el lenguaje del modelo GPT-3 habría generado las mismas emisiones de CO2 que 188 vuelos entre Nueva York y San Francisco, que se encuentran separadas por 4.133 kilómetros de distancia en línea recta en ambas costas de los Estados Unidos.
Otro caso similar está en el modelo de Bloom, cuyo
perfeccionamiento habría obligado a consumir la electricidad equivalente a la
que gasta un hogar medio norteamericano durante 41 años, según los cálculos de
las investigadoras Sasha Luccioni, Sylvain Viguier y Anne-Laure Ligozat. Pese a
todo, su impacto climático es notablemente inferior al de GPT-3: sus emisiones
equivaldrían a 25 vuelos en la ruta anteriormente señalada.
Mil científicos piden parar su desarrollo
El entrenamiento de estos monstruosos modelos lingüísticos —el modelo GPT-3 tiene 175.000 millones de parámetros y se estima que GPT-4 pueda llegar a los 100 billones— no sólo supone una externalidad a nivel energético y climático, sino que también se traslada a la economía real. Por esta razón, más de 1.000 expertos en IA y referentes empresariales refrendaron en marzo una carta con la que solicitaban pausar el desarrollo de la inteligencia artificial durante un mínimo de seis meses.
En el escrito alertaban de "un profundo riesgo para
la humanidad" debido al intenso ritmo de desarrollo de estos modelos,
sumidos en "una peligrosa carrera" que los hace "más
impredecibles y con capacidades cada vez mayores". Además, extendían sus
dudas sobre la existencia de "suficientes sistemas de control", por
lo que abogaban por dar un tiempo a la investigación de esta tecnología para
establecer unos protocolos de seguridad y nuevos marcos regulatorios. Entre los
firmantes se encontraban nombres como los de Elon Musk, dueño de Tesla y
Twitter; Steve Wozniak, ingeniero y fundador de Apple; el informático Stuart
Russell o el cosmólogo Max Tegmark.
Un equipo español bendice sus virtudes
Frente a tanta rotundidad, un equipo de científicos españoles y suecos expertos en IA ha decidido hacer uso de la propia ciencia para confrontar con las pretensiones de estos firmantes. "Detener la investigación en Inteligencia Artificial no ayuda a la lucha contra el cambio climático", defienden en un estudio publicado en la revista Nature Climate Change.
En su análisis trataban de encontrar conexiones entre la literatura científica relativa a modelos de lenguaje y los Objetivos de Desarrollo Sostenible con las que inferir las repercusiones de paralizar los avances en la inteligencia artificial. Sus conclusiones inciden en que el desarrollo tecnológico debe continuar "urgentemente" porque el uso de las técnicas de procesamiento del lenguaje natural (PLN) son claves para analizar las investigaciones sobre cambio climático.
Los investigadores, adscritos a la Universitat
Politècnica de Valencia, Universitat de Alicante y el KTH Royal Institute of
Technology de Suecia reconocen que el uso de la IA en este marco no es
sencillo, pero abogan por continuar con su desarrollo para hacer frente a la
crisis climática. Ponen como ejemplo la posibilidad de analizar grandes
conjuntos de datos que complementen las evaluaciones del Grupo de Expertos
sobre el Clima de la ONU, ampliando los puntos de vista y la información
disponible.
¿No contaminar o reducir su impacto?
Su teoría asume el perjuicio que genera la IA sobre el medio ambiente, ya que cuanto más se entrena, más consume, al mismo tiempo que esos entrenamientos son necesarios para lograr su pleno desarrollo. Pero defienden que el consumo energético que realiza podría optimizarse si se hiciera uso de la propia inteligencia artificial, que además puede mejorar la eficiencia de las operaciones en los sectores económicos más contaminantes. Lo que da lugar a la propia paradoja: ¿Parar para no contaminar, o no parar para contaminar menos?
Alberto Conejero, investigador de la UPV y coautor de este estudio, es de los que aboga por seguir usando la IA y lograr que sea capaz de prescribir acciones que mitiguen la crisis climática. "Para hacerla frente debemos aprovechar todas las herramientas que tenemos a nuestro alcance, porque no sabes si va a haber luego un punto de no retorno". Considera que algunas de las técnicas utilizadas ayudan a comprender mejor el cambio climático, de forma que "ayudarán a replantear más rápidamente las prioridades para adaptarse al cambio climático".
Para Javier García, catedrático de la Universidad de Alicante, detener la investigación en IA "retrasaría nuestros esfuerzos en la compresión y la lucha contra el cambio climático", porque "se han convertido en herramientas fundamentales para el estudio de sus causas, consecuencias y soluciones".
El equipo investigador ha criticado que el Instituto
Future of Life, promotor de la carta, esté "obviando" el cambio climático,
y defiende que, si se pusieran en una balanza los beneficios y perjuicios que
genera la IA, "el impacto de no aprovechar sus técnicas sería muy
negativo". "¿Por qué te vas restringir a utilizar la última
tecnología cuando tienes una urgencia como esta?", sentencia Conejero.
Fuente: lainformacion.com/economia-negocios-y-finanzas
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