El informe ‘El peso de las ciudades’ aborda el concepto de ‘metabolismo urbano’ como el flujo de recursos de una ciudad: quién los usa, para qué, en qué cantidad. Su monitorización y medición lleva a la sostenibilidad.
El ‘metabolismo urbano’ es clave para la salud de las ciudades. Aplicar términos de la salud humana a los entornos urbanos nos permite entender hasta qué punto las ciudades y quienes las habitamos debemos reducir la ingesta de recursos si queremos que las urbes sean sostenibles a largo plazo. Y no se trata solamente de una ‘dieta’, sino de cambiar todo un estilo de vida, de repensar las ciudades. Hacerlas más compactas, que sean capaz de ofrecer los servicios necesarios y tengan un diseño sostenible. Todo ello para dejar de ‘engullir’ recursos.
Es la propuesta del Panel Internacional de Recursos, un grupo de expertos y científicos, respaldados por Naciones Unidas, que ha principios de este año desarrollado El peso de las ciudades (The Weight of Cities), un amplio informe que propone un tipo de urbanización basada en una importante disminución de los recursos empleados en ellas.
Cada habitante será responsable del consumo equivalente a entre 8 y 17 toneladas de materias primas cada año en 2050. Es el cálculo que ofrece el Panel Internacional de Recursos a través del CDM, siglas de ‘Consumo Doméstico de Materiales’, un indicador que nos permite calcular el peso de las ciudades midiendo los flujos de materiales empleados en un territorio en un periodo de tiempo determinado. Si queremos que las ciudades sean sostenibles, este rango debe bajar a la mitad, con un CDM de entre seis y ocho toneladas anuales por habitantes en las ciudades del mundo.
La receta que proponen tiene muchos componentes, entre ellos un uso mucho más eficaz del suelo y los transportes y la introducción de tecnologías que ayuden a las ciudades a consumir menos recursos y contribuyan a atenuar las dificultades ambientales. Al final, el objetivo, es transitar hacia ciudades socialmente justas, con bajas emisiones de carbono y un uso eficiente de recursos naturales. Elementos, todos ellos, que nos llevan al 11, el número de la meta vinculada a las ciudades y comunidades sostenibles dentro del conjunto de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas.
Un ecosistema equilibrado en un modelo de ciudad compacta
La idea de metabolismo urbano entiende la ciudad como un ecosistema formado a su vez por sistemas urbanos complejos (agua, energía, personas, alimentos, etc.). Los flujos de cada uno de estos sistemas, sus usos y la relación entre ellos, conforman ese metabolismo urbano que debe funcionar de manera equilibrada para disponer de una ciudad sostenible.
Para modelar la ciudad sostenible a partir del buen funcionamiento del metabolismo urbano, el informe propone crear redes de núcleos urbanos de gran densidad, unas 15.000 personas por km2, que estén interconectados por transportes públicos eficientes y asequibles, que promueven una combinación más amplia de viviendas, trabajos y servicios en los barrios, y están rodeados de zonas de densidad media (7.500 a 10.000 personas por km2).
En este contexto, los metabolismos, es decir, el flujo de recursos de una ciudad, deben pasar de “lineales” a “circulares”, según indica el informe, lo que implica “encontrar nuevas maneras de gestionar la circulación de recursos naturales en la ciudad”. Lo ejemplifica instando a empresas y ciudades a “ofrecer servicios de alto valor en lugar de vender artefactos”, esto es, a “suministrar calor en lugar de calefactores, movilidad en lugar de autopistas y vehículos, y luz en lugar de bombillas”.
Tecnología, la clave para el transporte, los edificios y la energía en los barrios
Entre la serie de recomendaciones que ofrece el informe, el uso de tecnologías que mejoren la eficiencia de los recursos, su monitorización y la reducción de los problemas ambientales, es uno de los pilares de la reestructuración urbana que requieren las ciudades para ser más equitativas y resilientes.
Sus autores consideran que una profunda penetración de tecnologías de infraestructuras eficientes puede reducir entre el 24% y el 47% del impacto sobre el agua, la energía, la tierra y los metales de aquí a 2050. Combinando la tecnología con la urbanización compacta, en red e interconectada, la reducción del impacto sobre las materias primas aumentaría a entre el 36% y el 54% en comparación con la situación habitual en los sectores del transporte, los edificios comerciales, y la calefacción y refrigeración de edificios.
La política de la experimentación y de las ciudades hermanas
Los expertos del Panel Internacional de los Recursos ofrecen una serie de recomendaciones dirigidas específicamente a los agentes políticos. Entre ellas, destacan lo que denominan la política de la experimentación, que consideran que “puede brindar esperanza para un futuro mejor”. Apuesta, así, por la proliferación de ‘Living Labs’, una tendencia que está en auge, la gestión descentralizada de las ciudades y el apoyo a los centros de innovación. Los expertos se muestran optimistas en este sentido. “Las ciudades están reflexionando ahora mucho más en términos de ‘aprender haciendo’, en lugar de centrarse en una solución y tratar de aplicarla en todos los casos”.
Esta idea de ‘aprender haciendo’ se acelerará si se invierte en en redes urbanas e iniciativas de ‘ciudades hermanas’ que funcionan como plataformas horizontales de comunicación y aprendizaje. Es decir, ciudades que repliquen iniciativas y proyectos de ciudad inteligente y sostenible y vean la mejor manera de llevarlos a cabo, aprendan de sus errores y compartan sus experiencias. Por eso, el informe ‘El peso de las ciudades’, pide a los gobiernos inversiones para crear instituciones que ayuden a esas redes a trabajar mejor y consolidar la solidaridad entre las ciudades.
Fuente: esmartcity.es
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