“Lograr que la naturaleza recupere la salud es
fundamental para nuestro bienestar físico y mental y nos ayudará a luchar
contra el cambio climático y los brotes de enfermedades.
Es un elemento esencial de nuestra estrategia de crecimiento, el Pacto
Verde Europeo, y forma parte de la recuperación europea que devuelve al planeta
más de lo que le quita”. Con estas palabras, la presidenta de la Comisión
Europea, Ursula von der Leyen, presentaba el pasado mayo la Estrategia
sobre Biodiversidad de la Unión Europea para 2030. Se trata de una
legislación europea para detener la rápida pérdida de biodiversidad, una acción
que, ahora, a diez años de que las consecuencias del cambio climático sean
irreversibles, se presenta más que nunca imprescindible.
La biodiversidad y los ecosistemas no solo nos proporcionan alimento,
materiales, medicamentos o bienestar, sino que también purifican las aguas y
regulan el clima. Por eso, unos ecosistemas frágiles no resisten a fenómenos
extremos y nuevas infecciones que puedan saltar de animales a humanos. Durante
casi medio siglo, como consecuencia de la actividad humana, la sobreexplotación
de los recursos naturales y la transformación de hábitats naturales en zonas
agrícolas, la población mundial de especies silvestres ha descendido en un 60%.
A día de hoy, según el informe
IPBES, cerca de 1 millón de especies corren el peligro de
extinguirse de aquí a una década.
Lo que pretende la Estrategia de Biodiversidad europea consiste
precisamente en detener esta dinámica insostenible. Y no solo eso: también
busca revertir la degradación de los ecosistemas y traer de vuelta la
naturaleza a nuestras vidas. Enmarcada dentro del Pacto Verde, la normativa
contempla distintas líneas de actuación como la de plantar al menos 3.000
millones de árboles en territorio europeo para 2030. Eso sin contar con los que
ya se plantan habitualmente o de los que nacen espontáneamente en los bosques
europeos. Esta actuación se incluye dentro del objetivo de convertir al
menos el 30% de la superficie europea terrestre y el 30% de la marina en zonas
protegidas. Para ello se partirá de las zonas ya existentes de
la Red Natura 2000 y será España, según se anunció desde el Ministerio de
Transición Ecológica, la que lidere el desarrollo de las directrices comunes
para este plan de revitalización, en parte por su larga experiencia en el
campo.
Además, la estrategia contempla otras medidas como la de reducir a la
mitad, también antes del 2030, el uso total de pesticidas o plaguicidas
peligrosos para la salud y el medio ambiente, y lograr que la agricultura
ecológica cubra como mínimo en el 25% de la superficie total cultivada en la UE
en el mismo periodo. Para impulsar aún más el cambio, la propuesta
europea pone también en marcha un proceso para mejorar la gobernanza de la
biodiversidad y velar porque los Estados miembros adopten sus
compromisos a las políticas nacionales. Para garantizarlo, se creará un Centro
de Conocimiento sobre Biodiversidad y una Asociación sobre Biodiversidad que
impulsarán, sobre todo la investigación en recuperación de los ecosistemas.
En el contexto en el que nos encontramos de crisis económica y social
derivada del coronavirus, una recuperación verde que también se centre en
combatir la otra gran crisis, la climática, se antoja esencial para el futuro.
Al menos ese es el propósito del Pacto Verde Europeo, que debe ser el motor de
recuperación. Según apuntan desde la Unión Europea, este, no solo aportará
beneficios económicos, sino que contribuirá a la mejora de la resiliencia
frente a crisis futuras. En este aspecto, cabe destacar que invertir en naturaleza
supone, sobre todo, invertir en empleos locales y oportunidades
empresariales, así como en recuperación del entorno natural y agricultura
ecológica.
Ya el pasado abril, en plena pandemia, 180 personalidades de toda Europa
-entre las que estaba la vicepresidenta del Gobierno y ministra para la
Transición Ecológica, Teresa Ribera- firmaron el conocido como manifiesto de la
Alianza Europa para una Recuperación Verde, que busca acelerar las políticas de
economía sostenible como vía para salir del hundimiento económico derivado de
la crisis sanitaria.
Una estrategia con
precedentes
En este sentido, la estrategia de reforestación y revitalización de los
entornos naturales se presenta como un faro guía. Sin embargo, no es nueva ni
única en el mundo. Desde 2016, más de 20 países de África colaboran en la “Gran
Muralla Verde”, que pretende detener el avance del desierto del
Sáhara. Este “cinturón de árboles”, que tiene previsto el lago Chad como
epicentro, está proyectado en 15 kilómetros de ancho y 7.775 de largo. Cruzará
toda África, desde Mauritania y Senegal hasta Djibuti. Su objetivo es frenar el
avance del desierto, mejorar la gestión de los recursos naturales y luchar
contra la pobreza. Cuando la muralla se termine, en unos 20 años, el nuevo
bosque cubrirá unas 11.662.500 hectáreas.
Esta actuación tan directa como ambiciosa también se puso en marcha en
China, donde en los 90 ya se detectó el aumento de la aridez del clima y el
territorio, hasta el punto de que apenas un 14% del territorio del país era
bosque. Entre 2013 y 2017 el gigante asiático gastó 67.200 millones de euros en
reforestación, consiguiendo aumentar el territorio de sus bosques en un 7%. En
total, la
masa forestal pasó de ser del 5% al 12%. No obstante, a día de hoy
en el país un tercio del territorio se sigue considerando desierto.
Actualmente, el plan europeo para la biodiversidad es más imprescindible
que nunca: durante el confinamiento en España, la deforestación del “pulmón”
del planeta -la selva del Amazonas- continuó e incluso se incrementó en un 64%
durante el pasado mes de abril. Si a esto se le suman otras catástrofes
naturales que han azotado el planeta en los últimos años, como los devastadores
incendios en Australia del año pasado, se hace más evidente la necesidad de
estrategias de reforestación y mantenimiento de los bosques a nivel global. Al
final, cabe recordar que además de ser los ecosistemas de miles de especies,
los bosques absorben C02, por lo que favorecen la reducción de gases de efecto
invernadero. Así, además, recuperar la barrera natural de biodiversidad ayudará
también a prevenir futuras pandemias como la de la COVID-19.
Fuente: José A. Cano
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