Más de 2.200 millones de personas no tenían acceso a agua potable en 2022 y aproximadamente un 80% de los trabajos eran dependientes del agua en países que basan su modo de subsistencia en la agricultura, según los datos más recientes del Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos elaborado por la Unesco.
La edición del 2020 del citado
informe ya advirtió de que la demanda global de agua se había
"multiplicado por seis en los últimos 100 años" y seguiría aumentando
"a un ritmo constante del 1% anual debido al crecimiento demográfico, al
desarrollo económico y al cambio de los patrones de consumo".
El empobrecimiento de los recursos
hídricos, la gran demanda de agua de los sectores económicos y el cambio
climático extreman la urgencia de cuidar y preservar este bien escaso de valor
incalculable. Para procurar que esté disponible en el corto, medio y largo
plazo, es esencial aplicar los parámetros de la economía circular al cuidado
del agua para materializar una gestión responsable, eficiente y sostenible.
Gestión
integral
Desde medidas a escala global hasta
el consumo y uso responsable que puede hacer cada persona a título personal, el
ciclo del agua muestra un gran potencial para ajustarse a los parámetros de la
economía circular. El primer paso para aplicar la circularidad a este recurso
sería la reutilización y retorno del agua. La adopción de este modelo de
consumo y de producción conlleva abandonar la utilización de químicos y
sustancias que lo dificulten.
Asimismo, los residuos juegan un
papel clave en la reutilización y depuración del agua. Según detalla la
Fundación Conama, la obtención de materias primas, su procesamiento, la
fabricación, la distribución, el consumo y el vertido del agua en la biosfera
debe gestionarse para "mantenerlos y recircularlos el mayor tiempo
posible", generando menos residuos y evitando "utilizar recursos que
sean innecesarios".
El Plan de Economía Circular del
Consejo Europeo marca normas que acotan la cantidad de agua a la que debe
recurrirse en los procesos productivos y favorece la reutilización y reciclado
de los recursos. Igualmente, la UE también establece normativas sobre el
tratamiento de las aguas residuales urbanas para "continuar mejorando las
operaciones de tratamiento".
Autosuficiencia
energética
Para acometer la transición hacia la economía circular, la reutilización de agua regenerada debe orientarse a lograr la autosuficiencia energética. Para alcanzar este objetivo, la Fundación Aquae advierte de la necesidad de analizar el binomio que forman el agua y la energía, a través de indicadores que permitan tanto calcular "la eficiencia energética global" como proporcionar energía "procedente de fuentes renovables y verdes".
Este modelo basado en la
sostenibilidad no solo maximiza los recursos materiales, sino también los
energéticos. La producción de energía renovable y la autosuficiencia energética
son procesos indispensables para la adopción de la economía circular en el
cuidado y en la preservación de este recurso. La energía renovable utilizada
debe ser suficiente para abastecer a las instalaciones, para transformar los
residuos en nuevos recursos y para lograr que estos sistemas sean autosuficientes.
Digitalización
Aplicar los avances tecnológicos en
el control y automatización del cuidado de los recursos hídricos es capital
tanto para mitigar los efectos del cambio climático como para garantizar el
funcionamiento de nuestros sistemas en todo tipo de casuísticas.
Digitalizar el agua implica aplicar
tecnologías digitales y de información en aras de mejorar la eficiencia,
calidad y sostenibilidad de todos los servicios dependientes del agua, tales
como la captación, el tratamiento, la reutilización y la distribución.
En definitiva, la digitalización de
la gestión del agua no solo ayuda a afrontar la creciente escasez y la
reducción de pérdidas en la red de distribución. También mejora su calidad,
contribuye a la optimización del consumo energético y nos prepara para
enfrentar los desafíos futuros, como la emergente demanda de agua y los
impactos del cambio climático.
El
papel de las biofactorías
La mejor representación para aplicar
la economía circular en la gestión del agua son las estaciones depuradoras de
aguas residuales (EDAR) o biofactorías. Diseñadas bajo criterios de
sostenibilidad, no producen apenas residuos y su impacto en la biosfera se ha
reducido al mínimo. Además, no recurren a energía de origen fósil ya que son
capaces de producir su propia energía para funcionar.
En una biofactoría, las aguas
residuales se depuran y se convierten en limpias para que puedan reutilizarse.
Asimismo, las biofactorías producen biogás como fuente de electricidad o gas
natural a través de los lodos generados durante la depuración. Por si fuera
poco, los lodos se convierten en biosólidos, de manera que no se genera ningún
residuo.
Fuente: Manu Carrero - 20minutos.es/noticia
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