No existen recetas ni
soluciones mágicas para dar la vuelta a la triple crisis económica, ecológica y
social que padecemos, porque ésta tiene unas fuertes causas macro-estructurales
que no se solucionan con simples retoques sectoriales y locales. (Artículo de Manuel Lozano Serna).
Hasta ahora, distintos gobiernos europeos y
el estadounidense han presentado unas masivas medidas financieras orientadas
sobre todo a sostener tanto las industrias existentes (como por ejemplo la
automovilística) y el gasto público (especialmente para grandes obras públicas
y para los bancos), pero sin introducir realmente unos cambios significativos
en la economía.
Estas medidas ensayadas por la clase
política entrañan algunos peligros evidentes como es la irresponsable
perpetuación de modelos de producción destructivos y obsoletos, y la
continuación de consumos desbocados de bienes materiales, y estos dos factores
juntos paradójicamente aumentan la doble crisis ecológica y económica que se
busca atajar y en la que nos encontramos plenamente sumergidos. Y además, con
estos paquetes de medidas anti-crisis se ignora el inmenso continente de la
pobreza y la miseria generada en el Sur.
Pero si optamos por ver la crisis como
oportunidad para hacer mejor las cosas, podríamos tener la posibilidad de girar
las actuales políticas anti-crisis hacia una profunda transformación de la
enferma economía europea, fomentando unas nuevas pautas en la producción y el
consumo para intentar hacerlos compatibles con las necesidades del planeta
viviente, nuestra única casa común. A su vez, también son necesarias unas
reformas profundas de nuestros marcos educativos, de enseñanza y científicos,
con el fin de favorecer la innovación tecnológica necesaria para afrontar una
auténtica reconversión industrial con finalidades ecológicas y sociales.
Las respuestas verdes a la crisis pueden crear
mucho más empleo que muchas de las medidas anunciadas por los gobiernos, las
cuales contribuyen a seguir tirando millones de euros para defender unas
estructuras industriales anacrónicas y sucias.
Un plan de reactivación verde de la
economía exige una regulación fuerte de los bancos y de los mercados
financieros para ajustarlos a una escala de la economía real y al dinero
realmente disponible. También hay que atajar la especulación financiera y su
alma gemelo el sobre-consumo irracional que ha provocado un saqueo del medio
ambiente sin precedentes históricos. El sector financiero y los mercados tienen
que ceñirse mucho más a la economía real y hacer las paces con la economía
natural de la Tierra. Los “préstamos basura” y los “bancos tóxicos” no son sólo
metáforas financieras, sino que han propulsado unos impactos ecológicos y
climáticos bien palpables y temibles.
Hoy hace falta una mayor facilidad de
crédito por parte de las instituciones públicas para financiar e impulsar una
nueva economía con proyectos “verdes”, animada por las autoridades locales y
por las pequeñas y medianas empresas. Además de otras entidades bancarias
públicas, el Banco
Europeo de Inversiones
podría multiplicar las modestas medidas de reactivación económica propuestas
por la
Comisión Europea
mediante docenas de miles de millones de euros en créditos muy ventajosos para
la creación de empleo en los campos de eficiencia energética de los edificios,
de las redes eléctricas inteligentes, de las fuentes renovables, del transporte
público y de la restauración de los ecosistemas hídricos y boscosos, entre
otras actividades.
Para crear recursos financieros hace falta
ensayar también con nuevas formas de financiación mediante una fiscalidad que
grave y penalice económicamente el consumo de los recursos ambientales escasos,
las emisiones contaminantes al medio natural y las transacciones especulativas
en lugar de favorecer el empleo. La misma Unión Europea necesita encontrar unas
fuentes propias de ingresos para financiar la necesaria recuperación económica
y ecológica mediante una fiscalidad propia, o un IVA específico.
No existen recetas ni soluciones mágicas
para dar la vuelta a la triple crisis económica, ecológica y social que
padecemos, porque ésta tiene unas fuertes causas macro-estructurales que no se
solucionan con simples retoques sectoriales y locales. Al mismo tiempo tampoco
valen las respuestas temerosas y de medias tintas, porque las únicas puertas de
salida viables y con alguna posibilidad de éxito deberán ser muy audaces y
responsables a la vez.
El reto civilizatorio actual está en si
seremos realmente suficientemente sabios para evitar el colapso económico con
medidas que se enfrentan a la vez a las injusticias sociales y la creciente
destrucción de los bienes y servicios básicos de la naturaleza.
Como la actual triple crisis también
constituye una crisis de realidad y de comprensión de nuestras condiciones de
existencia sociales y ambientales, probablemente las cosas ya nunca podrán
volver como antaño a la ceguera del optimismo del crecimiento económico sin
límites.
0 comentarios:
Publicar un comentario