Si hay de donde
sacar, no pierdas la esperanza. Aquí van herramientas para desenvolverte mejor
en casa, en el trabajo y hasta en el bar.
No hace mucho tiempo,
los niños solo alzaban la voz en clase para recitar las tablas de multiplicar;
hoy los profesores los animan a participar en asambleas y les enseñan técnicas
para exponer su trabajo en público. Antes, los castigos de cara a la pared eran
habituales, ahora los conflictos se solucionan repartiendo empatía y los
problemas se abordan en grupo. No hace mucho tiempo, las habilidades sociales eran
la cenicienta de la educación y eso ha dejado huella en los adultos de, al
menos, un par de generaciones que viven hoy en España.
"Algunas generaciones lo hemos aprendido de forma asilvestrada y de forma
marcada por el entorno", lamenta el psicólogo Enrique García Huete,
director del gabinete Quality,
donde imparten talleres sobre habilidades sociales. ¿Qué pensarán las nuevas
generaciones de los ladridos y gruñidos que intercambian delante de ellos
algunos de los miembros más venerables de sus comunidades? Toca ser
comprensivos, pero no permisivos. Quien
no aprendió habilidades sociales de pequeño, puede hacerlo de adulto. Estas
cinco son un buen punto de partida.
Saber decir que no,
en tres pasos
Sucede con los amigos
(¿cómo negarles algo?) y con las personas que tienen lo que García Huete
denomina deseabilidad social, o
sea, que "son incapaces de decir
que no para no caer mal, para que no les retiren el afecto". Pero
actuar de forma distinta de la que el criterio propio dicta puede provocar
frustración y animar a los demás a aprovecharse de esta debilidad.
García Huete propone
alcanzar el objetivo de aprender a decir "no"
en tres pasos. Primero, entender la petición del otro y empatizar (que no es tan
fácil), expresar algo positivo de la relación o de la persona
que pide el favor. Segundo, plantear un objetivo propio, sin exceso de
justificaciones "porque las excusas son armas para el contrario, que
siempre puede encontrar un arreglo para las mismas, lo que desmontaría nuestra
estrategia". Tercero, dar alternativas, ofrecer opciones más acordes a
nuestros intereses y que no impliquen acceder a la petición inicial.
Por ejemplo. Un amigo nos
pide que le dejemos el coche para llevar a su abuela al cementerio, que no es
que esté a desmano, es que está en otra provincia, y alega que es el
aniversario de su abuelo, que quién sabe si será el último año que pueda
hacerlo. La respuesta adecuada, siguiendo esos tres pasos, sería, como indica
García Huete: "Hay que llevar a tu abuela como sea. Yo soy de los que
prefiero no dejar mi coche. Pero si te parece, puedo recogeros, os dejo en la
estación y al regreso os espero para llevaros a casa".
La magia de las
críticas constructivas
Criticar bien es una
de las habilidades más especiales que uno puede tener, su efecto casi parece
una cuestión de magia. Para ver los resultados, como subraya Carlton Fong, de
la Universidad de Texas, en
Estados Unidos (EE UU), las críticas han de ser constructivas. Aportan "niveles más altos
de emociones agradables y más bajos de emociones desagradables" a ambas
partes, dice Fong. En esta habilidad, la expresión facial
y el tono de la voz no lo es todo, pero casi. Un experimento relacionado con el
liderazgo empresarial concluyó que las críticas expresadas en un
tono amable y cordial suelen producir una sensación positiva en
quienes las reciben, mientras que las buenas noticias expresadas de manera
distante tienden a dejar frío al interlocutor.
Vale la pena tener
presente que, debido a la acústica del cráneo, oímos nuestra voz distinta que
los demás… ¿Por qué no escucharla en una grabación y aprender a domarla? Puede
que hacerlo sea una buena inversión de nuestro tiempo. Para Mark Mulligan,
profesor de la Universidad de Harvard (EE
UU), la retroalimentación que producen las buenas críticas "desarrolla importantes
habilidades académicas y para la vida" y nos hace ser
"genuinamente receptivos a los comentarios de los demás".
Cómo encajar una
crítica constructiva (y sortear las demás)
Esto no se ensaya con
micrófono y auriculares. Al contrario de las críticas que parten de nosotros,
que pueden estar preparadas de antemano, las que recibimos de los demás suelen
sorprendernos en frío. En caso de que provengan de alguien que nos importa (probablemente lo haga con
buenas intenciones), se impone "indagar y preguntar hasta
que el sujeto concrete. La mayoría de la gente hace críticas globales: 'eres un
insensato', 'eres mal amigo'… Si no se concreta, no sé si uno
puede o debe cambiar su comportamiento", dice el
psicólogo. Una vez que se ha detallado la crítica, puede parecernos justa o injusta.
En el primer supuesto, (por ejemplo, si nos acusan de ser unos impuntuales
redomados), lo suyo es aceptar la crítica, pedir disculpas, explicar las
razones y proponer alternativas. En el segundo, cabe deslizar un "puede
que tengas razón", sin más.
Cuando quien dice
algo negativo de nosotros no nos interesa, se trata de "parar la crítica
cuanto antes y de que la relación quede bien". García Huete nos remite a
una técnica llamada el banco de niebla: "Consiste en aceptar
parcialmente la crítica y dar alternativas ambiguas. Por
ejemplo: 'Es posible que me haya comportado de forma inaceptable, voy a
intentar no hacerlo más'. Ni he aceptado la crítica, pero el otro cree que sí,
ni he dado ninguna alternativa concreta". Ante todo mucha calma, y aún más
mano izquierda.
Hablar en público y
que te escuchen
En 2017, David
Deming, de la Universidad de Harvard, escribió en un estudio que "el mercado laboral
recompensa cada vez más las habilidades sociales. Entre
1980 y 2012, los trabajos que requieren altos niveles de interacción social
crecieron en casi 12 puntos porcentuales como parte de la fuerza laboral de
Estados Unidos". Entre las habilidades más útiles que uno puede desplegar
en este entorno está la de hablar bien en público (tampoco está de más tener
labia para otras situaciones de la vida).
Hay manuales enteros
dedicados al tema, pero, a grandes rasgos, lo primero que hay que conseguir
para triunfar en la oratoria es combatir la ansiedad y
los temores para enfrentarnos al trance. A partir de ahí, "hay que
controlar el tono de voz, que sea algo elevado, las inflexiones, dar al
discurso una velocidad apropiada, así como estructurar los contenidos:
introducción, generar expectativas, desarrollo y conclusiones", enumera
García Huete.
El arte de preguntar
para hacer nuevos amigos
Los bares no tienen
éxito por casualidad. Entre las numerosas razones que explican que puedan
llegar a ser negocios muy lucrativos está la de que son lugares donde la
socialización es sencilla. El ambiente distendido, la música y el alcohol hacen
que las interacciones sociales fluyan con notable facilidad. En realidad, deberíamos tener suficientes
tablas como para que las nuevas relaciones surgieran en cualquier ambiente.
Pero no siempre es
fácil. Por ejemplo, quién no se ha visto en la situación de querer tomar un
café con un compañero de trabajo que nos cae bien, y la propuesta, lanzada de
manera abstracta, nunca se lleva a término. Para iniciar un diálogo con esa
persona interesante, García Huete propone desarrollar el arte de preguntar: "Hacer preguntas abiertas,
interesándonos por la otra persona, alternándolas con información gratuita; aportar
algún comentario aunque no nos lo hayan preguntado, para convertir la
interacción en un diálogo, no en un interrogatorio".
Fuente: elpais.com/Miguel Ángel Bargueño
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