Es algo que
nos preguntamos con frecuencia. Los datos que sustentan la
realidad de la crisis climática así como sus causas antropogénicas están ahí, a
disposición de todos.
Cada día son más numerosos y
aplastantes los hechos relacionados con la degradación del Planeta y,
sin embargo, afloran los críticos y los negacionistas. Criticar
y debatir puede ser bueno, pero negar lo evidente y constatado puede suponer
desperdiciar unas energías que sin duda vamos a necesitar.
Lo
cierto es que esto ocurre incluso entre personas a las que se les supone
cierto nivel cultural y que tienen a su alcance la
información necesaria para no frivolizar en relación a la emergencia
climática que nos amenaza.
Buscando
respuesta a la cuestión que nos ocupa quizás la política y la
psicología nos puedan ayudar.
Si
nos fijamos en una cuestión como es la tan necesaria transición energética para
adoptar un estilo de vida sostenible, nos
encontramos con el choque frontal de una industria de combustibles
fósiles dominante en el panorama económico mundial desde hace más de
un siglo.
Estos
conglomerados empresariales gastan sus ingentes recursos en combatir
mediante desinformación el avance inexorable de tecnologías sostenibles y
disruptivas destinadas a mejorar nuestras vidas.
Estas
empresas, que hace decenas de años fueron innovadoras, son las que ejercen
su hegemonía más allá del ámbito económico y adentrándose en la esfera política
de decisiones. ¡Y esto es algo que nosotros como ciudadanos,
consumidores y votantes podemos cambiar!
Al
lobby energético, en sus múltiples formas, se le suman otros, como puede ser el
automovilístico
Si
esto no fuera suficiente, el ser humano es muy malo planificando un
mañana que no se puede imaginar. Según la psicóloga de Princeton
(EEUU) Elke Weber, estamos evolutivamente conectados
para pensar en el aquí y en el ahora y no se nos da bien tomando decisiones que
requieren planificar el futuro.
Parece, por tanto, que es
una incapacidad marcada por las
características (primitivas) de
nuestro cerebro que hace que seamos ciegos
al cambio climático.
Como hemos dicho, al
cerebro humano no le importa aquello que percibimos como algo lejano en el
tiempo o en el espacio. De hecho, podéis constatar que solo
nos preocupa la cuestión climática cuando sufrimos de cerca eventos climáticos
extremos.
La herramienta distintiva del homo-sapiens, el
cerebro, no convive bien con la
incertidumbre y, además, no entiende como peligroso algo
que no es personal, ni abrupto, ni inmoral.
A esto se le suma otro
proceso que nos caracteriza, el de la socialización,
que nos lleva a que si nuestros compañeros no hacen
nada, nosotros tampoco. Y esto nos puede llevar a un
escenario futuro bastante trágico.
Nuestro
cerebro se blinda ante la incertidumbre pensando que todo irá bien y que el futuro no será muy
distinto del pasado, o que alguien (o algo) nos sacará del atolladero.
También es cierto que la terminología empleada para
divulgar las cuestiones relacionadas con el cambio climático tampoco
ha sido la más adecuada.
Hemos hablado durante mucho
tiempo de calentamiento global,
siendo un término que se quedaba corto y que no definía todas las causas y
consecuencias del problema climático.
Ahora estamos hablamos de emergencia climática,
lo que puede generar problemas ya que llamamos emergencia a
algo que no sentimos como tal.
En las circunstancias
actuales de la crisis sanitaria y económica
causada por el coronavirus Covid-19 quizás podamos aprender
algo práctico de cómo funciona nuestro cerebro ante estos
escenarios extremos y aplicarlo para combatir la
crisis climática.
Precisamente, como sabemos que nos cuesta tomar
decisiones previsoras, deben ser nuestros gobernantes y los científicos los
que establezcan leyes, políticas y herramientas contra
el cambio climático que nos permitan adelantarnos a sus efectos.
Recientemente, Antonio
Guterres, Secretario General de la ONU,
presentó el último informe publicado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM),
donde se recogen las consecuencias que el
calentamiento global tuvo durante el 2019 sobre la
salud de las personas, la vida marina y una gran cantidad de ecosistemas del
Planeta.
En este sentido, Guterres destacó
que a pesar de que en este momento existe una preocupación mundial por el coronavirus, los
esfuerzos en la lucha contra el cambio climático no pueden caer en el olvido.
El
coronavirus es una enfermedad que esperamos que sea temporal, con impactos duros pero temporales,
pero el cambio climático está
presente entre nosotros desde hace años y se mantendrá por
mucho tiempo, por lo que requiere de una acción continua.
Así, vivimos un momento
crucial en el que lo más urgente es detener
la pandemia que avanza en muchos países del mundo. Pero
después, tendremos que mirar en retrospectiva, ver lo que nos jugamos y poner
remedio al tiempo precioso que estamos perdiendo para atajar
esta emergencia climática que sigue ahí.
Para finalizar, y
relacionado con lo comentado inicialmente, está en nuestra mano divulgar
la realidad de la crisis climática, desarmar a los críticos con
hechos y argumentos, y combatir a esos (pocos y ruidosos) negacionistas.
Y es que, la equidistancia
informativa mal entendida ha enfrentado en
numerosas ocasiones a los negacionistas y a los científicos como si fueran
iguales.
Esto incrementa nuestra incertidumbre, y ya sabemos que nuestro cerebro
lidia mal con ella
Fuente: Ricardo Estévez - ecointeligencia.com
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