No se trata de que ambas cuesten lo mismo sino de que la energía solar resulte mucho más barata. Dada su espectacular bajada de precios en las últimas décadas, seguir tomando medidas como más impuestos al carbón y apoyos a la I+D lograrían por fin que emitir CO2 deje de ser un negocio.
A finales de 2007, menos de 10 años después de su nacimiento, Google saltó al campo de la energía limpia. Ante una fanfarria de aplausos en todo Silicon Valley (EE. UU.) y mucho más allá, declaró que RE<C sería su objetivo: hacer que la energía renovable fuera más barata que el carbón. La compañía invirtió decenas de millones de euros en distintos esfuerzos de I+D, desde energía solar de concentración hasta la alteración hidrotermal. Cuatro años después, todos los proyectos acabaron descartados.
Sería
muy fácil considerarlo como un fracaso: la gran empresa de tecnología jugando
en un campo del que no sabía nada, con la soberbia propia de Silicon
Valley. Pero se trataba de algo más. El cambio de estrategia de Google fue
un reflejo del creciente éxito del sector solar. Google
se dio cuenta de que era mejor dirigir sus esfuerzos hacia ampliar masivamente
las existentes tecnologías renovables cuyo precio había caído en picado, en vez
de inventar otras nuevas.
Si
bien Google acertó cuando pasó de la I+D a la implementación, se podría decir
que todavía apostaba a lo grande por escalar la tecnología equivocada. A
principios de la década de 2010, la carrera solar parecía una
competición reñida entre la energía solar
fotovoltaica (PV) y la energía solar
concentrada (CSP) a gran escala (a nivel
de empresa de servicios públicos), que utiliza fluidos calentados por luz solar
para accionar las turbinas eléctricas. Google invirtió rápidamente más de
mil millones de euros en una gran cantidad de empresas y servicios públicos de
energías renovables, incluidas las grandes inversiones en los equipos de CSP
BrightSource Energy y eSolar. Una década más tarde, estas opciones no
parecen tan prometedoras, ya que la CSP también ha ido perdiendo frente a las
continuas y rápidas reducciones de costes de la fotovoltaica.
Google
no es el único que no predijo bien la caída del precio de las células solares en las
últimas décadas y su impacto en nuestra forma de pensar en la energía
limpia. Los costes de la energía solar fotovoltaica se redujeron
aproximadamente en un factor de 10 en la última década, además de las ya
impresionantes disminuciones de costes hasta ese momento, para llegar a una
bajada total de alrededor de un factor de 100 desde que el presidente de
Estados Unidos, Jimmy Carter, presentó los paneles solares en la Casa Blanca en
1979 (Ronald Reagan los quitó en 1986, durante su segundo mandato como
presidente).
Para
ponerlo en perspectiva, si el precio de la gasolina hubiera bajado de manera
similar desde 1979, hoy en día un galón (3,7 litros) costaría solo unos
céntimos. La gasolina es un producto básico, por supuesto, y su precio
fluctúa por una serie de razones tecnológicas, económicas y políticas. Los
precios de la energía solar fotovoltaica también se ven afectados por todos
estos factores, pero a lo largo de los años, la tecnología ha dominado claramente
el mercado. (Este año, el precio de los módulos solares
fotovoltaicos ha aumentado alrededor de un 18 % debido a la crisis temporal en
la cadena de suministro de silicio).
La
Agencia Internacional de Energía declaró en su más reciente World Energy Outlook que la
energía solar fotovoltaica es "la fuente de electricidad más barata de la
historia" para los lugares soleados con un bajo coste
de financiación. Hay dos puntos importantes en esa declaración. En
cuanto al Sol es obvio: la energía solar siempre será más barata en España que
en Finlandia, pero el informe concluye que en muchos lugares actualmente la
energía solar es más barata que el carbón y que el gas natural.
La
financiación es clave para explicar por qué. La energía solar fotovoltaica
y otras renovables como la eólica tienen gastos operativos bajos o
cercanos a cero; los costes iniciales siempre han sido el gran
obstáculo, principalmente por falta de financiación. Gracias en parte a
varias políticas gubernamentales, la inversión solar se ha vuelto mucho menos
arriesgada durante la última década, con buenas condiciones de préstamos.
Como
resultado, el despliegue de la energía solar fotovoltaica ha aumentado
rápidamente; es la fuente de electricidad de más
rápido crecimiento a nivel mundial, y se prevé que se mantenga
así durante algún tiempo. No obstante, parte de una base baja de capacidad
instalada, muy por detrás del carbón, del gas, de la energía hidroeléctrica, la
nuclear, incluso la eólica, que ha sido barata durante más tiempo. Y ahí
radica uno de los mayores problemas de la energía solar
fotovoltaica. Puede que sea la forma de electricidad más barata para
muchos, pero ese factor por sí solo no hace que la transición vaya lo
suficientemente rápido.
Necesitamos
más avances tecnológicos. ¿Por qué detenerse en la paridad de la red, en
el punto en el cual es tan barato construir y operar la energía solar
fotovoltaica como suministrar la electricidad a través de energía
fósil? ¿Por qué no podría ser un 10 % más barato? ¿Por
qué no esforzarse por reducir los costes en otro factor de 10 en una década? Estas
caídas son necesarias porque el objetivo sagrado de paridad de la red resulta
engañoso: la verdadera pregunta es en qué punto las empresas de servicios
públicos abandonarán las plantas de carbón y cambiarán a la energía solar, en
vez de limitarse a no añadir nueva capacidad de carbón. La energía solar
debe ser tan barata que tenga sentido económico construir nueva capacidad solar
y cerrar las plantas de carbón y gas activas, incluso generando dinero para sus
propietarios.
Todo
eso requiere una política para impulsar la tecnología solar
existente y apoyar la I+D en las nuevas
tecnologías. El paquete completo incluye investigación, desarrollo, la
demostración, implementación y difusión de la tecnología. Cada paso a lo
largo de esta cadena se merece el apoyo público directo, teniendo en cuenta que
también se vuelve cada vez más caro cuanto más se avanza en la cadena.
Más barata aún
Para
optimizar mejor las inversiones para abaratar la energía solar aún más, hay que
comprender qué factores han reducido el coste de la energía
renovable en las últimas décadas.
La
científica de sistemas de energía del MIT Jessika Trancik y su
grupo han encontrado que la dramática disminución de los costes de las células
solares en el transcurso de tres décadas se puede atribuir en gran medida a
tres factores: a la I+D que conduce directamente a las
mejoras en la eficiencia de los módulos (la cantidad de luz solar que se
convierte en electricidad) y otros avances tecnológicos fundamentales; a
las economías de escala atribuidas al tamaño de las plantas de fabricación de
las células solares y al creciente volumen de materias primas como el
silicio; y a las mejoras logradas a través del aprendizaje práctico.
Nada
de esto resulta sorprendente, pero lo que es menos obvio es que la
contribución relativa de cada uno varía mucho con el tiempo. De
1980 a 2000, la I+D representó alrededor del 60 % de las reducciones de costes,
con las economías de escala que crearon otro 20 % y el aprendizaje práctico
alrededor del 5 %; otros factores no atribuibles participan hasta el 100
%. Eso tiene sentido; fue un período de avances impresionantes en la
eficiencia de las células solares, pero no de fabricación y
despliegue. Desde entonces, el péndulo ha pasado de la I+D y las mejoras
tecnológicas fundamentales hacia las economías de escala en la fabricación, que
actualmente representan más del 40 % de las reducciones de costes. Sin
embargo, hay que señalar que los avances en la investigación aún representan
alrededor del 40 % de las disminuciones.
La
lección para las inversiones futuras que tienen como objetivo hacer que la
energía solar sea aún más barata: debería haber un apoyo directo para los tres
factores, pero más hacia la economía de escala. Los hallazgos de Trancik
solo consideran el modo solar fotovoltaico en sí. Eso todavía deja atrás
la instalación, la conexión a la red y otros factores que componen los costes
totales del sistema. Se trata de áreas que probablemente mejorarán
a medida que técnicos y empresas adquieran más experiencia.
Aunque
los resultados de los subsidios para aumentar las instalaciones solares
fotovoltaicas parecen ser, en el mejor de los casos, mixtos, distintas
políticas muestran claras mejoras en el impulso de implementación general,
como las tarifas de alimentación garantizadas (a precio de compra), que ofrecen
contratos favorables a largo plazo a los productores de energía solar
fotovoltaica, y el abanico de opciones renovables o los estándares de energía
limpia, que establecen objetivos de cantidad para las fuentes renovables.
Nadie regala nada
A
pesar de la caída del precio de la energía solar, la
transición a las energías renovables seguirá siendo costosa. La
gran pregunta, por supuesto, sigue siendo el precio en comparación con qué; el
cambio climático también tiene sus costes. La energía solar barata se
vuelve aún más atractiva desde el punto de vista económico para los
desarrolladores si se consideran los costes sociales y ambientales de las
emisiones de carbono de los combustibles fósiles.
Mucho
depende del coste social del carbono (SCC), el cálculo del daño
económico que cada tonelada métrica de dióxido de carbono emitida hoy provoca en
la economía, la sociedad y el medio ambiente y, por extensión, cuánto debería
costar cada tonelada de CO2 emitido. Ese
número dice mucho sobre el verdadero coste del carbón y otros combustibles
fósiles, y sobre el apoyo adecuado para la energía solar fotovoltaica y otras
energías renovables.
El último SCC de
EE. UU., calculado por la administración de Joe Biden, llega a
alrededor de 42 euros por tonelada de CO2 emitida en la actualidad. Pero seguramente
la cifra real es mucho más alta. Algunos calculan que el
SCC supera los 252 euros por tonelada de CO2, después de tener en cuenta el futuro daño causado
por las emisiones de carbono y las incertidumbres sobre el cambio climático.
Cualquiera
que sea el número, significa que el carbón, el petróleo y
el gas natural serán mucho más caros si se tienen en
cuenta los costes totales de las emisiones de gases de efecto
invernadero. Sólo entonces las tecnologías bajas en carbono estarán en el
mismo campo de juego que los combustibles fósiles.
Un
precio explícito del carbono a través de un impuesto o un sistema de comercio
de emisiones debería estar entre esas medidas, pero
no se debería parar ahí. Por un lado, las opciones de
renovables o los estándares de la energía limpia también establecen un precio
para el carbono. Los estándares actuales para las energías renovables de
EE. UU. a nivel estatal se traducen en precios de carbono equivalentes entre 50
euros y 252 euros por tonelada de CO2, dentro del rango de las estimaciones recientes de
SCC. El estándar federal
de electricidad limpia, que forma parte del Plan de Empleo
Estadounidense propuesto por la administración de Biden, podría estar en un
rango similar y sería igualmente justificable sobre la base de rangos de SCC
actualizados.
Tal
estándar federal de electricidad limpia sería una verdadera ventaja para la
solar fotovoltaica y para otras renovables, pero la política climática no debería
limitarse a subir el precio del carbono. También debe
incluir las subvenciones directas para la implementación y el apoyo a la I+D.
La
parte más productiva de las políticas podría ser la siguiente: primero reducir
el coste de las energías renovables para crear una alternativa económicamente
viable a los combustibles con alto contenido de carbono, luego
fijar el precio del carbono a través de una variable directa,
como un estándar de electricidad limpia o algo similar. La combinación de
esas dos medidas debería conducir a un rápido despliegue de las energías
renovables a gran escala. En muchos sentidos, eso es precisamente lo que
ha pasado, y señala la clara necesidad de que la administración de Biden y
otros gobiernos impulsen un precio para el carbono en cualquier
forma posible.
Pero
si el objetivo es generar energía solar fotovoltaica más barata, también será
crucial aumentar la I+D para fomentar nuevas mejoras en la eficiencia de las
células solares y encontrar avances en la fabricación que permitan ahorros aún
mayores. Y resulta fundamental seguir explorando
las fronteras científicas en busca de otros materiales
solares que algún día puedan ser aún más eficientes y económicos.
La
energía solar fotovoltaica es barata, pero no gratis. Pagar
el precio para que sea cada vez más barata merece la pena.
Fuente: Gernot Wagne - technologyreview.es
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