lunes, 13 de enero de 2025

La epidemia de la renuncia silenciosa

 

Esta lacra, que tiene graves consecuencias en la salud y en el estado del bienestar, está provocada por la incompetencia de gestión y por el edadismo.

Hablar en estos momentos de «renuncia silenciosa» en el mundo laboral y social es hablar de un problema socioeconómico de mucha importancia que repercute sobre una gran cantidad de cosas: producción, bienestar, satisfacción y, cómo no, también sobre la salud. Y todo esto de forma silenciosa.

En inglés se denomina «quiet quitting», un término reciente pero más frecuente de lo que podemos creer y con unas graves repercusiones en la convivencia.

En pura semántica significa, por parte de «quitting», del verbo «to quit», «renuncia y/o dejar». Por su parte, «quiet» se traduce como «tranquilo» o «silencioso», por eso cuando se usa ese término se está diciendo que existe una renuncia silenciosa.

¿A qué nos estamos refiriendo? Nos estamos refiriendo con este término a un simple pero profundo cambio de paradigma y/o proyecto vital por una reacción ante la empresa o la gestión de personal (recursos humanos). Nos explicamos. Mucha gente mayoritariamente joven y bien preparada se está introduciendo en una corriente de renuncia silenciosa que se pone patente cambiando de trabajo, dejando de trabajar, cambiando del estado de confort, etc.

Además, el empleado, a veces también jefe, no expresa su intención de renuncia pero sus acciones y comportamientos indican claramente su falta de compromiso con la organización.

Después de la Covid-19, que ha sido uno de los cambios de la humanidad, globalización más importante de los que se recuerda, el mundo en general, y en particular el laboral, ha cambiado de forma drástica, no solamente por el teletrabajo y las relaciones digitales, sino que mucha gente se plantea hacer las tareas que se especifican en su contrato en el número de horas establecidas, ni una más ni una menos. Todo enfocado en ganar calidad de vida.

También se empiezan a utilizar otros términos para situaciones que estaban ya aconteciendo o acaeciendo y que tiene relación con el llamado «trabajador quemado» o también «gran dimisión».

En 1921 se comenzó a escuchar en el Reino Unido la «gran dimisión», cuando mucha gente joven empezó a renunciar a su trabajo en busca de mejores condiciones laborales y económicas. Y también en Estados Unidos cuando cientos de millones de estadounidenses y cada vez más deciden voluntariamente abdicar de su estado de confort y cambiar su modelo de vida.

Al comenzar a hablar del «quiet quitting» también se ha puesto de manifiesto una práctica llevada a cabo por las empresas que es el «quiet firing» o despido silencioso, que consiste en que las empresas no ofrecen a sus empleados ninguna mejora en su contrato para que acaben renunciando a su empleo, o de forma intencionada, los apartan y le ponen de jefe a compañeros que han sido un subordinado. Esto nunca tiene buen resultado.

Ahora, en algunas empresas como las sanitarias, por un déficit de formación, se está realizando una actividad similar a lo que es el «quiet quitting», que consiste en que los gestores de servicios médicos asistenciales, de forma unilateral, producen o realizan ascensos sin justificación laboral clara sino la edad como mérito, dejando a personas cualificadas con más edad que estaban ejerciendo a satisfacción de los pacientes y la producción como jefes lo que produce un «quiet quitting» indignante que lleva a una ineficiencia y falta de consideración nefasta. Simple y llanamente edadismo, que es un mal que se está introduciendo sobre todo en la Administración Pública y que está haciendo un daño irreversible en muchas ocasiones.

Como dice la bibliografía al respecto: ¿Cuáles son las causas que provocan la renuncia silenciosa?:

-Ineficiencia de los gestores.

- Falta de reconocimiento y valoración.

-Carencia de oportunidades de desarrollo profesional.

-Ambiente de trabajo tóxico u hostil.

-Falta de motivación o escasez de desafíos en el puesto.

-Falta de cultura organizacional

-Inseguridad laboral o fuerte temor a la inestabilidad.

-Equilibrio entre el trabajo y la vida personal, etc.

Pero, actualmente, la causa fundamental como ya hemos mencionado, son los déficits de gestión y la falta de preparación de los CEO (director/a ejecutivo/a).

 

Para prevenir la renuncia silenciosa habrá que hacer lo contrario de lo que está produciendo. Esto es:

-Preparación y empatía de los jefes/as.

-Comunicación abierta y fluida

-Reconocimiento y valoración continuas.

-Oportunidades de desarrollo.

-Fomentar la conciliación de la vida familiar y personal.

-Mejorar la gestión y el liderazgo.

- Ambiente de trabajo positivo.

- Evaluar con encuestas de satisfacción.

 

Stop al edadismo, stop al «quiet quitting». Basta ya.

 

Fuente: Antonio Alarcó Hernández - larazon.es


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