Esta lacra, que tiene graves consecuencias en la salud y en el estado del bienestar, está provocada por la incompetencia de gestión y por el edadismo.
Hablar en estos momentos de «renuncia
silenciosa» en el mundo laboral y social es hablar de un problema
socioeconómico de mucha importancia que repercute sobre una gran cantidad de
cosas: producción, bienestar, satisfacción y, cómo no, también sobre la salud.
Y todo esto de forma silenciosa.
En inglés se denomina «quiet
quitting», un término reciente pero más frecuente de lo que podemos creer y con
unas graves repercusiones en la convivencia.
En pura semántica significa, por
parte de «quitting», del verbo «to quit», «renuncia y/o dejar». Por su parte,
«quiet» se traduce como «tranquilo» o «silencioso», por eso cuando se usa ese
término se está diciendo que existe una renuncia silenciosa.
¿A qué nos estamos refiriendo? Nos
estamos refiriendo con este término a un simple pero profundo cambio de
paradigma y/o proyecto vital por una reacción ante la empresa o la gestión de
personal (recursos humanos). Nos explicamos. Mucha gente mayoritariamente joven
y bien preparada se está introduciendo en una corriente de renuncia silenciosa
que se pone patente cambiando de trabajo, dejando de trabajar, cambiando del
estado de confort, etc.
Además, el empleado, a veces también
jefe, no expresa su intención de renuncia pero sus acciones y comportamientos
indican claramente su falta de compromiso con la organización.
Después de la Covid-19, que ha sido
uno de los cambios de la humanidad, globalización más importante de los que se
recuerda, el mundo en general, y en particular el laboral, ha cambiado de forma
drástica, no solamente por el teletrabajo y las relaciones digitales, sino que
mucha gente se plantea hacer las tareas que se especifican en su contrato en el
número de horas establecidas, ni una más ni una menos. Todo enfocado en ganar
calidad de vida.
También se empiezan a utilizar otros
términos para situaciones que estaban ya aconteciendo o acaeciendo y que tiene
relación con el llamado «trabajador quemado» o también «gran dimisión».
En 1921 se comenzó a escuchar en el
Reino Unido la «gran dimisión», cuando mucha gente joven empezó a renunciar a
su trabajo en busca de mejores condiciones laborales y económicas. Y también en
Estados Unidos cuando cientos de millones de estadounidenses y cada vez más
deciden voluntariamente abdicar de su estado de confort y cambiar su modelo de
vida.
Al comenzar a hablar del «quiet
quitting» también se ha puesto de manifiesto una práctica llevada a cabo por
las empresas que es el «quiet firing» o despido silencioso, que consiste en que
las empresas no ofrecen a sus empleados ninguna mejora en su contrato para que
acaben renunciando a su empleo, o de forma intencionada, los apartan y le ponen
de jefe a compañeros que han sido un subordinado. Esto nunca tiene buen
resultado.
Ahora, en algunas empresas como las
sanitarias, por un déficit de formación, se está realizando una actividad
similar a lo que es el «quiet quitting», que consiste en que los gestores de
servicios médicos asistenciales, de forma unilateral, producen o realizan
ascensos sin justificación laboral clara sino la edad como mérito, dejando a
personas cualificadas con más edad que estaban ejerciendo a satisfacción de los
pacientes y la producción como jefes lo que produce un «quiet quitting»
indignante que lleva a una ineficiencia y falta de consideración nefasta.
Simple y llanamente edadismo, que es un mal que se está introduciendo sobre
todo en la Administración Pública y que está haciendo un daño irreversible en
muchas ocasiones.
Como dice la bibliografía al respecto: ¿Cuáles son las causas que provocan la renuncia silenciosa?:
-Ineficiencia de los gestores.
- Falta de reconocimiento y valoración.
-Carencia de oportunidades de desarrollo profesional.
-Ambiente de trabajo tóxico u hostil.
-Falta de motivación o escasez de desafíos en el puesto.
-Falta de cultura organizacional
-Inseguridad laboral o fuerte temor a la inestabilidad.
-Equilibrio entre el trabajo y la vida personal, etc.
Pero, actualmente, la causa
fundamental como ya hemos mencionado, son los déficits de gestión y la falta de
preparación de los CEO (director/a ejecutivo/a).
Para prevenir la renuncia silenciosa
habrá que hacer lo contrario de lo que está produciendo. Esto es:
-Preparación y empatía de los
jefes/as.
-Comunicación abierta y fluida
-Reconocimiento y valoración
continuas.
-Oportunidades de desarrollo.
-Fomentar la conciliación de la vida
familiar y personal.
-Mejorar la gestión y el liderazgo.
- Ambiente de trabajo positivo.
- Evaluar con encuestas de
satisfacción.
Stop al edadismo, stop al «quiet
quitting». Basta ya.
Fuente: Antonio Alarcó Hernández - larazon.es
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