Cuando revierta la crisis y crezca el empleo será más fácil que se pague más por un producto diferencial.
La sostenibilidad se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la sociedad posindustrial. Aunque en los últimos años la crisis y sus consecuencias se han convertido en el primer tema de conversación en toda Europa, sobre la mayor parte de los sectores productivos sobrevuela la idea de que debemos profundizar en procesos más sostenibles si queremos que nuestros hijos hereden un mundo en el que se puedan alcanzar al menos los mismos niveles de vida que ahora tenemos.
En sentido estricto, el desarrollo sostenible es un oxímoron, dado que los dos términos de la expresión son contradictorios. El desarrollo, cualquier tipo, lleva aparejado nuestra intromisión en el mundo natural, y algún tipo de manejo, lo que lo antropiza indefectiblemente, aunque sea de una forma muy sutil. Ahora bien, entendido como una utopía a la que nos podemos acercar marginalmente, el concepto mantiene su valor. Se trata, además, de lograr una triple sostenibilidad: la económica, la social y la ambiental.
En España, y en lo que se refiere al sector agroalimentario, los precios se han convertido en el principal factor determinante a la hora de elegir un establecimiento comercial, por encima de la calidad de los productos y por primera vez en la historia de la serie que elabora el Ministerio de Agricultura. Sin embargo, otros estudios sugieren que el producto ecológico y, por extensión supuestamente más sostenible, es considerado por los consumidores como más saludable y sabroso. Ergo, si el consumidor cree que obtiene valores diferenciales de esos productos podrá estar de acuerdo en pagar más por ellos.
Los mercados parecen comenzar a incorporar en sus ecuaciones de valor estos principios, al menos en lo que se refiere al eslabón del consumo. La identificación de ecológico u orgánico con la sostenibilidad y con una superioridad cualitativa en cuanto a salubridad y sabor convierten a estos bienes en un nicho interesante para los productores y, desde luego, para la distribución. De hecho, en la mayor parte de las grandes superficies han aparecido espacios dedicados a los productos ecológicos que compiten directamente con el comercio tradicional especializado.
Cuando la crisis amaine, es muy probable que la sensibilidad hacia el precio de unos bienes que suponen un bajo porcentaje de la renta se relajará abriendo una creciente ventana de interés para estas producciones que en el mercado nacional tienen un amplio campo de mejora hasta alcanzar los niveles de países como Alemania o Reino Unido. El potencial productivo existe, no en vano España es uno de los principales productores ecológicos de Europa, por lo que contar con un mercado nacional en expansión será una oportunidad para el crecimiento del sector.
Las claves para su desarrollo en España pasan, obviamente, por la superación de esta crisis que ha afectado tan desfavorablemente al empleo; pero también por ganar la batalla de la confianza. Como ya se ha comentado en numerosas ocasiones ésta es una de las funciones clave de la cadena de suministro alimentaria. Es de suponer que, dado que el consumidor confiere un mayor valor a estos productos, cualquier sombra que se proyecte sobre ellos puede impactar de forma demoledora sobre la demanda de los mismos. Otra de las vías de desarrollo y que posiblemente modificarán los cimientos actuales del sector será el mayor interés de la gran distribución en estos productos, lo que provocará la reconversión de muchos agricultores al sistema ecológico, el aumento de la oferta y, por supuesto, la desaparición paulatina de lo que los economistas denominamos beneficios extraordinarios. Pero eso hoy aún queda lejos.
Fuente: eleconomista.es
0 comentarios:
Publicar un comentario