El coordinador del Programa de Empleos Verdes de la OIT, Peter Poschen, habla sobre sobre las oportunidades para empresas y trabajadores en la transición hacia una economía verde.
A medida que aumenta el impacto del cambio climático, también incrementa la comprensión de que es necesario transformar la economía mundial hacia un modelo más verde y sostenible.
¿Pero cuál será el costo? ¿Es un precio que las economías en desarrollo, las más afectadas, pueden pagar?
La respuesta es afirmativa, si lo hacemos correctamente.
Con las políticas apropiadas y su correcta implementación, el cambio hacia una economía más verde podría producir un doble beneficio: ambiental y social. Tiene el potencial de crear un incremento neto de entre 15 y 60 millones de nuevos empleos a lo largo de las próximas dos décadas, si se compara con lo que podría aportarnos el escenario actual. Además, podría ayudar a decenas de millones de personas a salir de la pobreza.
Pero no será fácil.
Algunos puestos de trabajo y empresas desaparecerán, en especial en los sectores con altas emisiones de carbono, los cuales representan entre 10 y 20 por ciento del empleo en la mayoría de los países.
Pero surgirán nuevos empleos y empresas a medida que la transición hacia una economía más respetuosa del medio ambiente abra nuevos mercados, estimule la innovación ecológica y atraiga inversiones.
La mayoría de los escenarios sugieren que las repercusiones netas sobre el mercado laboral serán positivas, si se adoptan las medidas correctas para orientar esta transición.
Decenas de millones de empleos ya han sido creados gracias a esta transformación. Países tan diversos como Alemania, Kenya y la República de Corea, por ejemplo, están invirtiendo en la explotación de fuentes energéticas, en la eficiencia energética y en las energías renovables.
Sólo en la Unión Europea, existen alrededor de 15 millones de empleos vinculados, directa o indirectamente, con la protección de la biodiversidad y la rehabilitación de los recursos naturales. En Alemania, un programa de renovación de edificios dirigido a mejorar la eficiencia energética crea unos 300.000 empleos cada año.
Brasil cuenta con alrededor de tres millones de empleos – cerca de 7 por ciento del empleo formal – en sectores y ocupaciones que contribuyen a reducir el impacto sobre el medio ambiente.
En Estados Unidos, cerca de tres millones de personas tienen empleos en sectores relacionados con la producción de bienes y servicios ambientales.
El ímpetu es evidente, pero es necesario intensificar los esfuerzos para desarrollar estrategias nacionales dirigidas a incorporar tecnologías limpias y empleos verdes simultáneamente.
La duración y la dificultad de esta transición dependerán en gran parte de la planificación. El desarrollo de competencias es una de las claves para liberar el potencial de empleo de una economía con baja emisión de carbono.
Esto supone dotar a los jóvenes de hoy con las calificaciones que serán necesarias mañana, y otorgar prioridad a todos los niveles de educación, comenzando por la sensibilización de los niños al respecto del medio ambiente.
El déficit de calificaciones ya está retrasando la transición en la mayoría de los países y sectores. En muchos casos, la demanda fue subestimada y la formación de competencias no ha logrado responder a las necesidades de los sectores y de las profesiones verdes que contribuyen a la ecologización de las empresas en la economía en general.
Los gobiernos y los proveedores de formación deben trabajar en estrecha colaboración con la industria a fin de garantizar que los planes de estudio se mantengan actualizados en relación a las nuevas tecnologías y profesiones, como los diseñadores ecológicos o los asesores en emisiones de carbono, así como en ocupaciones cuyos perfiles profesionales están cambiando considerablemente, desde los trabajadores de la construcción hasta los responsables de la logística.
La crisis mundial del empleo juvenil hace que el problema sea aún más urgente. Los jóvenes que adquieren competencias para la economía verde disponen de una importante ventaja competitiva en un mercado laboral restringido.
En los países en desarrollo, las inversiones en los sectores verdes engendran la creación de nuevas empresas verdes, y ofrecen la oportunidad de crear empleos. La formación en materia de iniciativa empresarial puede ser de gran ayuda para alcanzar este objetivo.
En Kenya, por ejemplo, 600.000 mujeres y hombres jóvenes han sido alcanzados por un programa que promueve el desarrollo de la iniciativa empresarial entre los jóvenes. En Zambia, han sido creados nuevos empleos y empresas en la construcción sostenible de edificios a fin de reducir el déficit de viviendas.
Los desafíos que plantea el abandono de una economía con altas emisiones de carbono son enormes. Pero es una inversión que no podemos dejar de hacer.
Este artículo fue publicado inicialmente por el Huffington Post y es parte de una serie especial sobre el Programa de Empleos Verdes de la OIT.
¿Pero cuál será el costo? ¿Es un precio que las economías en desarrollo, las más afectadas, pueden pagar?
La respuesta es afirmativa, si lo hacemos correctamente.
Con las políticas apropiadas y su correcta implementación, el cambio hacia una economía más verde podría producir un doble beneficio: ambiental y social. Tiene el potencial de crear un incremento neto de entre 15 y 60 millones de nuevos empleos a lo largo de las próximas dos décadas, si se compara con lo que podría aportarnos el escenario actual. Además, podría ayudar a decenas de millones de personas a salir de la pobreza.
Pero no será fácil.
Algunos puestos de trabajo y empresas desaparecerán, en especial en los sectores con altas emisiones de carbono, los cuales representan entre 10 y 20 por ciento del empleo en la mayoría de los países.
Pero surgirán nuevos empleos y empresas a medida que la transición hacia una economía más respetuosa del medio ambiente abra nuevos mercados, estimule la innovación ecológica y atraiga inversiones.
La mayoría de los escenarios sugieren que las repercusiones netas sobre el mercado laboral serán positivas, si se adoptan las medidas correctas para orientar esta transición.
Decenas de millones de empleos ya han sido creados gracias a esta transformación. Países tan diversos como Alemania, Kenya y la República de Corea, por ejemplo, están invirtiendo en la explotación de fuentes energéticas, en la eficiencia energética y en las energías renovables.
Sólo en la Unión Europea, existen alrededor de 15 millones de empleos vinculados, directa o indirectamente, con la protección de la biodiversidad y la rehabilitación de los recursos naturales. En Alemania, un programa de renovación de edificios dirigido a mejorar la eficiencia energética crea unos 300.000 empleos cada año.
Brasil cuenta con alrededor de tres millones de empleos – cerca de 7 por ciento del empleo formal – en sectores y ocupaciones que contribuyen a reducir el impacto sobre el medio ambiente.
En Estados Unidos, cerca de tres millones de personas tienen empleos en sectores relacionados con la producción de bienes y servicios ambientales.
El ímpetu es evidente, pero es necesario intensificar los esfuerzos para desarrollar estrategias nacionales dirigidas a incorporar tecnologías limpias y empleos verdes simultáneamente.
La duración y la dificultad de esta transición dependerán en gran parte de la planificación. El desarrollo de competencias es una de las claves para liberar el potencial de empleo de una economía con baja emisión de carbono.
Esto supone dotar a los jóvenes de hoy con las calificaciones que serán necesarias mañana, y otorgar prioridad a todos los niveles de educación, comenzando por la sensibilización de los niños al respecto del medio ambiente.
El déficit de calificaciones ya está retrasando la transición en la mayoría de los países y sectores. En muchos casos, la demanda fue subestimada y la formación de competencias no ha logrado responder a las necesidades de los sectores y de las profesiones verdes que contribuyen a la ecologización de las empresas en la economía en general.
Los gobiernos y los proveedores de formación deben trabajar en estrecha colaboración con la industria a fin de garantizar que los planes de estudio se mantengan actualizados en relación a las nuevas tecnologías y profesiones, como los diseñadores ecológicos o los asesores en emisiones de carbono, así como en ocupaciones cuyos perfiles profesionales están cambiando considerablemente, desde los trabajadores de la construcción hasta los responsables de la logística.
La crisis mundial del empleo juvenil hace que el problema sea aún más urgente. Los jóvenes que adquieren competencias para la economía verde disponen de una importante ventaja competitiva en un mercado laboral restringido.
En los países en desarrollo, las inversiones en los sectores verdes engendran la creación de nuevas empresas verdes, y ofrecen la oportunidad de crear empleos. La formación en materia de iniciativa empresarial puede ser de gran ayuda para alcanzar este objetivo.
En Kenya, por ejemplo, 600.000 mujeres y hombres jóvenes han sido alcanzados por un programa que promueve el desarrollo de la iniciativa empresarial entre los jóvenes. En Zambia, han sido creados nuevos empleos y empresas en la construcción sostenible de edificios a fin de reducir el déficit de viviendas.
Los desafíos que plantea el abandono de una economía con altas emisiones de carbono son enormes. Pero es una inversión que no podemos dejar de hacer.
Este artículo fue publicado inicialmente por el Huffington Post y es parte de una serie especial sobre el Programa de Empleos Verdes de la OIT.
Fuente: ilo.org
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