"Tenemos la oportunidad de instaurar un nuevo modelo de movilidad más activo, saludable y sostenible"
La bicicleta ha adquirido cierto protagonismo como una de las propuestas planteadas, en este caso en el campo de la movilidad urbana, para adaptarnos a los retos planteados por la pandemia actual. Y la extensión su uso, como medio de transporte, en la vida cotidiana de nuestros pueblos y ciudades, podría hacer de este un momento clave en la transición hacia un modelo de movilidad activo y sostenible, que permita mejorar nuestra salud y la de nuestro planeta, además de aportar ventajas en otros campos.
Así, por ejemplo,
desplazarse en bicicleta al centro educativo tiene múltiples beneficios para la
salud de los jóvenes. Numerosos estudios han demostrado que desplazarse en
bicicleta permite incrementar los niveles de actividad física y mejorar la
condición física de los estudiantes. Por otro lado, este modo de desplazamiento
activo influye de forma positiva en las relaciones sociales, el bienestar y el
rendimiento académico de los estudiantes.
Por otro lado, en la
adultez, desplazarse de forma activa al trabajo conlleva mayores beneficios
para la salud respecto al desplazamiento mediante vehículos motorizados. Una
reciente investigación publicada por Patterson et al. (2020) en la revista The
Lancet analizó, en 300.000 personas del Reino Unido, el modo
de desplazamiento al trabajo durante 25 años. Desplazarse en bicicleta, en
comparación con ir en coche, redujo un 20% la tasa de muerte prematura, un 24%
la tasa de enfermedades cardiovasculares y un 11% la prevalencia de cáncer.
Asimismo, el estudio de Dinu et al. (2019) evidenció que ir en bicicleta al
trabajo permitía reducir la mortalidad por todas las causas, incluido el
cáncer.
Sin embargo, no solo
existen beneficios físicos, psicológicos y sociales de desplazarse en bicicleta
sino también ambientales y económicos. A nivel medioambiental, la Red de
Ciudades por la Bicicleta identificó que desplazarse a través de este medio
ayuda a conseguir 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda
2030 (establecidos por la Organización de las Naciones Unidas). Por lo tanto,
podrían reducirse los niveles de contaminación acústica y atmosférica y, en
consecuencia, mejorar la sostenibilidad de las ciudades.
Del mismo modo, el
estudio de Gössling et al. (2019) analizó el coste-beneficio de diferentes
medios de transporte. Los resultaron demostraron que cada kilómetro recorrido
en un vehículo motorizado suponía un coste externo de 0,11€.Por el contrario,
desplazarse en bicicleta conllevó un beneficio de 0,18 €/km, lo que podría
suponer un beneficio externo de 24 mil millones de €/año.
Además el uso de la
bicicleta está cobrando especial relevancia durante la COVID-19 por ser el
medio de desplazamiento recomendado por diferentes organizaciones e
instituciones. Según indica la Dirección General de Tráfico (DGT), desplazarse
pedaleando podría evitar el riesgo de infección al garantizar los
desplazamientos seguros y el distanciamiento social. El uso de la bicicleta
permite la descongestión de los servicios colectivos y, en consecuencia, se
reducen las aglomeraciones. Además, las restricciones en el tráfico, al limitar
el uso de coches particulares, podría minimizar el impacto en la calidad del
aire. Del mismo modo, la menor presencia de vehículos en las calzadas urbanas
favorece entornos más seguros para la circulación sobre dos ruedas.
Sin embargo, esta
“nueva movilidad” exige nuevos hábitos de convivencia. Por ello, parece
necesario conocer las pautas y recomendaciones que han establecido expertos en
la materia para garantizar un desplazamiento seguro en bicicleta.
El estudio
desarrollado por la Universidad de KU Leuven (Bélgica) y la Universidad de
Tecnología de Eindhoven (Holanda) concluye que una persona en movimiento
(corriendo, en bicicleta, etc.) debe de ampliar la distancia social debido al
flujo que emite al respirar. En base a esta investigación y otros documentos,
expertos de la Universidad de Granada han elaborado el manual “Recomendaciones
municipales de movilidad ante la desescalada por COVID-19”.En este informe se
establecen recomendaciones tanto para los usuarios como para el desplazamiento
por municipios, que implican cambios en la organización de las vías urbanas.
En primer lugar, la
distancia frontal y lateral entre dos ciclistas debe de ser de 20 y 2 metros,
respectivamente. En segundo lugar, se recomienda evitar el uso de carriles bici
en dos direcciones y priorizar la circulación por el centro de la calzada
urbana (al asegurar la distancia de seguridad). Además, los adelantamientos
deben efectuarse manteniendo la distancia lateral. A su vez,la persona a la que
se adelanta debe disminuir el ritmo y permanecer en diagonal hasta alcanzar la
distancia frontal (20 metros). En tercer y último lugar, el municipio o
localidad debe de promover los desplazamientos en bicicleta por el centro de la
calzada urbana. Para ello, parece necesario crear ciclocarriles a una velocidad
máxima de 30km/h, así como formar a la ciudadanía para una circulación segura
en la calzada. Por otro lado, se aconseja la disponibilidad de aparcamientos
seguros (como, por ejemplo, a través de jaulas) y un sistema de alquiler de
bicicletas de gestión pública.
Por lo tanto, tenemos
la oportunidad de instaurar un nuevo modelo de movilidad más activo, saludable
y sostenible. El uso de la bicicleta nos permite mejorar, al mismo tiempo, el
impacto medioambiental y la salud pública. Para ello hay que promover su
utilización en distintos sectores de la población. Especialmente en los más
jóvenes. El último estudio publicado por Laura Simón, Alberto Aibar Solana,
Ángel Abós Catalán, Luis García González y Javier Sevil Serrano (miembros del
grupo de investigación EFYPAF) en la revista “Sportis: Revista
Técnico-Científica del Deporte Escolar, Educación Física y Psicomotricidad” ha
demostrado que solo un 6,2% de los adolescentes de la ciudad de Huesca utiliza
la bicicleta para desplazarse al centro educativo. Por ello, junto a otras
medidas, son necesarios programas educativos que promuevan este modo de
desplazamiento, siendo fundamental en edades tempranas, ya que los hábitos
adquiridos en la infancia tienden a perdurar en la vida adulta.
Artículo elaborado por Laura Simón Montañés,
colaboradora del grupo de investigación Educación Física y Promoción de la
Actividad Física (Efypaf), con sede en el Campus de Huesca de la Universidad de
Zaragoza; y por Javier Sevil-Serrano, también integrante del grupo de
investigación Efypaf, de la universidad pública aragonesa, y profesor de la
Universidad de Granada.
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