miércoles, 5 de octubre de 2022

‘Vegano’ y diez palabras que se han vuelto insostenibles



“Venimos usando el concepto desarrollo sostenible desde hace más de 30 años, pero necesita ser llenado de contenido y actualizado”, explica el divulgador ambiental Andreu Escrivà, que ha explicado en Twitter su preocupación por la banalización de esta idea. 
El empleo para fines publicitarios, con intereses económicos o políticos, ha desvirtuado muchas palabras. Se podrían citar abundantes ejemplos; pero la primera, por méritos propios, es “sostenible”. De hecho, se ha convertido en una palabra cadáver, aborrecible porque, a fuerza de ser manoseada ha perdido todo su valor, su frescura y su fuerza de significado. Ha quedado hecha un trapo. En el ámbito del medio ambiente, ésta es una apropiación indebida continuada. Resumo un particular catálogo de diez vocablos insostenibles. Diez palabras cadáver. (Y una undécima que puede morir también).

Hoy, todo es sostenible. La economía tradicional, que busca un crecimiento sin freno, quiere ser sostenible (menuda contradicción... si no se asume lo limitado de los recursos naturales), y analistas poco finos utilizan el concepto de desarrollo sostenible con soltura como sinónimo de «desarrollo sostenido» (vaya fraude).

También la nueva arquitectura quiere ser sostenible (aunque habría que agradecerlo a los buenos cálculos de estructuras que hacen los ingenieros!). O la moda. O el turismo. Mucho brochazo verde.

En todos los sectores

Una marca de ascensores se presenta como sostenible en su publicidad (lo cual no se sabe si es una garantía real, una redundancia o esconde algún temor del fabricante)

Una empresa de urinarios para lavabos públicos dice que también lo es (porque reduce el consumo de agua y de productos químicos, no porque haya que aguantarlos mientras se hacen las necesidades).
Una marca de helados dice ser sostenible (pero no el merengue, sino la energía que genera el frío que lo mantiene vertical).

Y hay quien dice que el “transporte en avión es sostenible”; pero uno duda de si se refiere a que el vuelo en altura es seguro, si es porque el carburante permite tal licencia o es que ésta es una ruta de proximidad.

Un coche a todo trapo

Jordi Bigues, un ecologista histórico, explicó, en cambio, en una ocasión, que veía algunas ventajas en su uso, pues «ha servido para acercar el término a personas ajenas a la preocupación ambiental».
En cambio, el economista Joan Martínez Alier, que nunca creyó en ella como ariete léxico de una economía ecológica, juzga que es la historia de un fracaso anunciado y que la palabra inglesa se tendría que haber traducido por sustentable no por sostenible. ¿Y si empleamos mejor desarrollo perdurable o durader o?, ¿nos servirían?, ¿alguien lo sostiene?

El divulgador ambiental Andreu Escrivà ha hecho un hilo en Twitter que resume estas preocupaciones:

Selecciono algunos de sus tuits:

1) El desarrollo sostenible es un concepto que venimos usando desde hace más de 30 años, y que necesita ser llenado de contenido y actualizado. Sin embargo, se ha desgajado en la sostenibilidad y en la también muy pomposa, nebulosa y poco enjundiosa economía circular ”,

2) “De hecho, se puede saber muy bien quién no tiene ni idea de medio ambiente por las veces que dice sostenible , como si fuese un sello mágico que elimina, de un plumazo, cualquier impacto ambiental negativo de lo que nos está intentando colar”, añade.

3) “Hace falta que nos planteemos qué significa la palabrasostenibilidad , en vez de aceptar la etiqueta y calmar nuestra conciencia. Hace falta que entendamos que lo importante no es usar la palabra, sino llenarla de contenido con nuestras acciones”, explica.

4) “Acabo de ver un cochee cológico ” y sostenible promocionándose con derrapes en pistas forestales y velocidades excesivas. Te cargas el ecosistema pero sin mal de conciencia, ¡y con descuento para aparcar en Madrid!”, se queja con tono sarcástico añade Escrivà en un tuit.
La idea de «desarrollo sostenible» fue introducida en el libro Nuestro Futuro Común (informe Bruntland, de1987), fruto de los trabajos de la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Sin embargo, su apogeo llegó con la Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro de 1992. El desarrollo sostenible incluye las vertientes ambiental, económica y social, y alude a la necesidad de impulsar un prosperidad compatible y respetuosa con la naturaleza y que sirva de pivote de un modelo económico capaz de satisfacer nuestras necesidades presentes sin hipotecar las de las generaciones futuras. La naturaleza es el principal capital y no puede haber un progreso armonioso si explotamos más recursos de los que pueden ser repuestos.

Pero el vocablo ha muerto de éxito, con tanto exceso.
Por eso, estas tres palabras ( sostenible, sostenibilidad y sostenibilistas ) son cadáveres lingüísticos; pero hay otros más.

En cambio, desarrollo perdurable, sustentable, racional, equilibrado, respetuoso, duradero son palabras más comprensibles y reconocibles.

4) ECOTASA . El concepto ecotasa (propio de la fiscalidad ambiental) se emplea para penalizar, desmotivar o reducir una actividad indeseada gravándola con un sobrecoste. Pero empezó a ser usada cuando el gobierno balear instauró en el 2002 una tasa por la estancia turística para obtener ingresos para sus espacios naturales. Expresiones como ecotasa no sirven porque van asociadas a la idea de que el medio ambiente tiene un coste extra impopular. En cambio, si decimos «impuesto por contaminar » todo el mundo lo entiende a la primera como algo justo y necesario, sin ‘ecos’ negativos.

5) VALORIZACIÓN ENERGÉTICA . Las administraciones tienen planes de incineración de residuos como forma de tratar la basura, pero esta palabra se suele esconder. Es una palabra tabú. Sus promotores utilizan la expresión eufemística «valorización energética». Lo hacen porque la incineración de la basura incorpora en su fase final el aprovechamiento del calor residual para producir electricidad. Por eso, hablan de «valoración energética». Pero hablar de valorización y olvidarse de la incineración no es casual, sino deliberado. Es como si sus promotores escondieran una mala conciencia por recurrir a un procedimiento no muy popular si se tiene en cuenta que es preferible reciclar los materiales, antes que quemarlos para recuperar su valor calorífico.

6) ECOLÓGICO . Muchos publicistas y políticos se han apropiado de la palabra ecológic o como un botín de guerra. Para ellos, todo es ecológico (desde los edificios sin aireación hasta los coches sucios que han conseguido incluso ser subvencionables).Es el imaginativo mundo de la publicidad.
Esta tendencia hizo un daño terrible al consumo de productos ecológicos o biológicos en España. La aparición de un yogur bio provocó en su día una gran confusión. Y la población desconfió de los productos biológicos. Muchos han visto aquí un intento de hacer fracasar el desarrollo del sector de la alimentación con menos pesticidas y menos exposición a tóxicos. Por suerte, la falsa propaganda se prohibió y las cosas han vuelto a su cauce.
Los términos ecológico, biológico y orgánico son sinónimos en este contexto , y garantizan que los alimentos son etiquetados como tales por los consejos reguladores autorizados, que hacen inspecciones para controlar que las frutas y las verduras no sea tratadas con insecticidas, ni los animales alimentados con productos que los contenían.
Desconfíe, pues: sólo crea en que algo es ecológico si lo marca el sello. Y esperemos que las empresas del sector energético y de automoción cumplan el código de buenas prácticas en la publicidad.

7) ECONOMÍA CIRCULAR . Empieza a ser fagocitada por el mundo de la publicidad verde. Esta expresión quiere marcar e identificar el amplio abanico de procesos que permiten aprovechar los residuos para transformarlos en recursos para una nueva fabricación. Pero si tenemos un producto que se concibe con materiales de desecho recogidos en Asia, que se fabrica en India, que se distribuye en Europa y que se vende en Estados Unidos, eso ¿qué es? Será muycircular , pero lo que ha hecho es dar la vuelta al mundo, crear una huella ambiental desmesurada y dejarnos con la cabeza dando tumbos pensando dónde está el circulo virtuoso. Podemos decir más modestamente economía baja en residuos . Menos pretencioso, más modesto, más real.

8) IMPLEMENTAR . El 99 % de la población no utiliza esta palabra; pero en los medios escritos, y, sobre todo, en el lenguaje político es un hit (perdón por el anglicismo): implementar es poner en funcionamiento, aplicar métodos, medidas para llevar a cabo algo. ¿Por qué hay que implementar soluciones desconocidas, cuando tenemos a mano la opción de ponerlas en práctica de forma comprensible?

9) MOVILIDAD . Cuesta entender el éxito de esta palabra entre los planificadores de las infraestructuras y las comunicaciones. Hizo fortuna en el estudio de los viajes por motivos laborales, personales y demás. Se dejó de usar la palabra transporte, pues sólo incluye los trayectos en vehículos motorizados, mientras que el términos movilidad abarca los movimientos en bici o a pie. Los ayuntamientos tienen concejales de movilidad y el Govern creó una secretaría correspondiente. El éxito le llegó —claro— al hacerse «sostenible». Pero no cuaja en el lenguaje popular. Para la mayoría, la ‘movilidad’ la recupera una persona que estuvo lisiada; y si es laboral, sigue siendo una consigna amenazante, con sutil presión, para ejecutar los planes de la empresa en tiempos de crisis y economía revuelta.

10) DISRUPTIVO . Está de moda, seguramente porque es adaptable a los registros publicitarios, empresariales o que marcan tendencias en la moda. Suena a revolución ‘light’. Alude a un proceso o un modo de hacer las cosas que supone una ‘rotura o interrupción brusca’ y que se impone y desbanca a los que venían empleándose.


Y 11) VEGANO . Palabra amenazada. Puede acabar formando parte de este decálogo. La palabra que todos quieren desactivar y destruir para combatir su profunda carga política, por ser enmienda a la totalidad del modelo agroalimentario. 




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