España está en riesgo. Según el primer Atlas de la Desertificación de España, coordinado por el catedrático Jorge Olcina, junto con Jaime Martínez Valderrama, científico titular de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, el 43 % del territorio nacional ya muestra signos de degradación del suelo, y las zonas áridas del sureste, especialmente Murcia, el sur de Alicante y Almería, se acercan peligrosamente al “punto de no retorno”.
Este atlas no solo cartografía la desertificación: también muestra por primera vez el peso real de las actividades humanas sobre este proceso, alertando sobre el uso intensivo del suelo y del agua como factores clave de degradación.Un atlas necesario
“Hasta ahora no se habían hecho atlas de desertificación en España”, explica Olcina. “Lo que existía eran mapas de erosión o del estado del suelo, pero no mapas que siguieran la definición de la Convención de las Naciones Unidas sobre Desertificación”. El Atlas de la UA, fruto de un proyecto financiado por la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica, aplica este criterio internacional y permite elaborar el primer mapa real de desertificación del país.
El objetivo de esta
iniciativa es doble: ofrecer un diagnóstico riguroso y actualizado sobre el
estado de la degradación del suelo en España, y proporcionar herramientas
útiles para la planificación territorial y la toma de decisiones políticas.
“Este atlas sirve para visualizar el estado de gravedad en el que nos
encontramos y que las administraciones pongan la carne en el asador”, subraya
Olcina.
Causas naturales y
humanas
El Atlas confirma algo que muchos estudios previos apenas sugerían. Las causas humanas son igual o más determinantes que las naturales. Según Olcina, “la roturación intensa de tierras para agricultura o urbanización, y la sobreexplotación de acuíferos, están contribuyendo a una degradación progresiva del suelo. Hoy vemos verde donde se riegan cultivos con agua subterránea, pero mañana ese suelo podría quedar improductivo”.
El cambio climático amplifica estos riesgos, con precipitaciones más irregulares y temperaturas más altas que aceleran la degradación. “Cuando hablamos de desertificación hablamos de pérdida de la condición útil del suelo, de fertilidad”, aclara Olcina. “El consumo masivo de recursos naturales, combinado con fenómenos climáticos extremos, nos lleva a un escenario preocupante”.
Zonas críticas:
sureste y sur mediterráneo
El Atlas identifica
las regiones más vulnerables: sur de Alicante, Murcia, Almería, centro del
Valle del Ebro, Castilla-La Mancha oriental y Canarias, especialmente Lanzarote,
Fuerteventura y Gran Canaria. “Son zonas de sequía habitual, algunas dependen
incluso de trasvases de agua de otras regiones. Si esos recursos externos
fallan, la degradación será inevitable”, explica el catedrático. En estos
territorios, el uso intensivo del agua para regadío y la transformación del
suelo para urbanización y agricultura están creando un escenario donde lo que
hoy es verde podría convertirse en tierra improductiva en el futuro.
Inteligencia
artificial al servicio de la planificación
El Atlas no se limita a recoger datos. Para elaborar los mapas y evaluar escenarios, el equipo utilizó modelos de inteligencia artificial, alimentados con parámetros sobre uso del suelo y degradación. Esto permitió proyectar diferentes escenarios de uso del territorio, desde intensivo hasta moderado, aportando herramientas predictivas para la planificación hidrológica y territorial. “La IA ha sido fundamental para manejar los datos y generar escenarios, pero el proceso ha estado guiado por investigadores”, puntualiza Olcina. “Se trata de un apoyo, no de un sustituto del análisis humano”.
Propuestas y medidas
urgentes
Según Olcina, las soluciones pasan por un uso más racional del suelo y del agua, y por políticas que eviten transformaciones por encima de la capacidad de regeneración natural del territorio. Esto incluye, por un lado, limitar la sobreexplotación de acuíferos. Por otro, potenciar la reutilización y depuración de aguas, dentro de un modelo de economía circular. Y, por último, evitar urbanizaciones o cultivos intensivos en zonas frágiles. “Estamos preparados para aplicar estas medidas, pero implican a veces perder parte de la actividad actual en ciertos territorios. Son decisiones difíciles, pero necesarias para garantizar la sostenibilidad”, advierte.
El Atlas ofrece un
diagnóstico del estado actual de España, pero Olcina ya trabaja en una segunda
fase: proyectar la evolución de la desertificación hacia 2050 y 2100. “Queremos
entender cómo los escenarios de uso del suelo y agua afectarán al territorio en
el futuro. El objetivo es anticiparse y planificar”, concluye el experto.
Fuente: Carlos Pastor - iambiente.es


Aprodel CLM

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