En 1963 el gobierno de Japón puso en marcha la ley de
Bienestar para los Ancianos. Su objetivo era mantener la salud física y mental
de las personas de más edad. Construyó centros de cuidados y desarrolló
políticas integradoras, pero además, a modo de reconocimiento, creó una nueva
tradición. Cada año, en la conmemoración del Día de los Mayores, los
centenarios reciben un sakazuki, una copa de plata para tomar sake. En 1963,
153 personas tuvieron el honor de recibir tal ofrenda, pero hace un par de años
la plata fue reemplazada por un material más barato. Y no es de extrañar: las
arcas públicas sufren cada año para sustentar el presente. Solo el año pasado
se contabilizaron más de 70.000 centenarios y se estima que la mitad de los
niños nacidos en 2007 vivan hasta los 107 años.
Los japoneses poseen la
esperanza de vida más alta del mundo: 84 años. Una tendencia cada vez más común
en la mayoría de los países desarrollados. Las bajas tasas de mortalidad, las
mejoras en la calidad de vida y los reducidos niveles de fecundidad así lo han
permitido. De hecho, en los últimos dos siglos, los ciudadanos han sumado más
de dos años por década. Cada generación habita más y en mejores condiciones que
la precedente y los pronósticos apuntan a que así seguirá siendo en el futuro.
Buenas noticias que, no obstante, conllevan retos económicos, sociales y
políticos de calado.
El cambio que llega
En 2050 habrá de media en
los países de la OCDE 60 jubilados o inactivos –es decir, todas las personas de
50 años o más que no están en la fuerza laboral– por cada 100 trabajadores. Así
que, si no se realizan esfuerzos decididos y sostenidos para aumentar la
participación de los trabajadores de más edad en el mercado de trabajo, apunta
la OCDE, el envejecimiento de la población puede constituir un inconveniente
importante para el crecimiento económico y las finanzas públicas.
Sin ir más
lejos, las previsiones apuntan a una reducción del PIB per cápita en este área
de hasta 0,5 puntos porcentuales por esta caída en la mano de obra. Por ello,
para garantizar que las pensiones, la salud y la asistencia social puedan
financiarse para un número cada vez mayor de personas será necesario emplear a
toda la fuerza laboral disponible. Lynda Gratton y Andrew Scott, dos académicos
de la London Business School plantean en el libro La vida de 100 años: Vivir y
trabajar en la era de la longevidad, la necesidad de mirar con otros ojos la
revolución demográfica a la que nos enfrentamos. O lo que es lo mismo, no
contemplarla tanto como una losa sobre el bienestar futuro o el crecimiento
económico, sino como una ventana de oportunidades para los individuos, el mundo
de los negocios y la cultura. “De la misma forma que la globalización y la
tecnología han cambiado cómo viven y trabajan las personas, lo hará el aumento
de la longevidad”, apuntan los autores.
‘Don’t stop me now’
Nacieron entre 1946 y 1964,
tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Protagonistas de los grandes
movimientos por los derechos civiles, han vivido momentos históricos
importantes como la Guerra Fría, el asesinato del presidente John F. Kennedy o
la Guerra de Vietnam. Fueron los primeros en disfrutar de la televisión en
color e incluso testigos de la llegada del hombre a la Luna. Actualmente, los
Baby Boomers ostentan el récord de ser la generación que más años se mantiene
en el circuito laboral.
En EE UU son ya la población activa de más rápido
crecimiento y este es solo el principio. En el lapso de 30 años, los
trabajadores de 55 años o más pasarán de ser el segmento más pequeño de la
población activa al más grande según cálculos de la Oficina de Estadísticas
Laborales de ese país. En el último decenio se han realizado importantes
esfuerzos para fomentar la empleabilidad, la movilidad laboral y la demanda de
mano de obra de los más mayores en todo el planeta. Pero, pese a que los
séniors –de 55 a 64 años– son más activos que nunca en el mercado laboral, la tasa
de participación en la OCDE es del 64%, no hay que relajarse. Los datos
analizados a fondo no ofrecen un panorama tan esperanzador. Existen obstáculos
que impiden un mayor desarrollo de su contribución en el mercado laboral. En
primer lugar, la proliferación de las prejubilaciones y jubilaciones
anticipadas, lo que explicaría que la edad efectiva de jubilación sea inferior
hoy a la de hace 30 años, a pesar del aumento de la esperanza de vida. Y es
que, pese a que este tipo de retiro nació en la época de los años 60 y 70 para
proteger a los trabajadores afectados por las reconversiones industriales,
representan en este momento una opción más para aquellas empresas que quieren
reducir su plantilla. Una situación, apunta a Forbes el economista José Ignacio
Conde-Ruiz, autor del libro ¿Qué será de mi pensión? y subdirector de la
Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), que “no se puede mantener
por más tiempo. A partir de ahora será necesario que los aumentos de la
esperanza de vida no se destinen íntegramente a la jubilación, sino [que] una
parte debe ir a aumentar la etapa laboral”.
El otro motivo destacado es
la falta de compromiso empresarial con los fichajes longevos.
La discriminación
por edad está prohibida por la legislación en prácticamente todos los países
desarrollados. Sin embargo, sigue siendo muy común. Según datos del último
Eurobarómetro, el 60% de los encuestados, incluidos los gerentes, piensan que
cumplir años es un factor de desventaja para los solicitantes de empleo. Tal y
como demuestran las estadísticas, el aumento de la ocupación de personas más
maduras durante las últimas décadas se ha producido mayoritariamente por la
retención y no por nueva contratación. Francisco Mesoneros, director general de
la Fundación Adecco, comparte con Forbes su opinión: “La edad está rodeada de
un sinfín de sesgos que siguen frenando la contratación de este perfil en
empresas y promoviendo mitos como el decir que son personas que se han quedado
obsoletas o no tienen capacidad de adaptación”. Sin duda, España es un caso
aparte. Su realidad es mucho más complicada que la de cualquier otro país
europeo. La crisis económica sufrida tras el boom inmobiliario impactó en todos
los grupos de edad, pero sobre todo perjudicó a los jóvenes y a los mayores.
España, caso aparte
Estos últimos han sido,
además, los grandes perjudicados del paro de muy larga duración. Pese a la
recuperación progresiva del empleo, aún hay más de un 40% de desempleados de
esta franja de edad que lleva buscando una oportunidad dos años o más. El sindicato
UGT confirma a Forbes que se aprecia “una clara discriminación en el acceso al
empleo para los desempleados por razón de edad. Las empresas son más reacias a
contratar a partir de los 45 años”. Daniel Pérez del Prado, doctor en Derecho
por la Universidad Carlos III de Madrid reflexiona para Forbes sobre las
causas: “Las compañías han tenido una visión cuantitativa y se han centrado en
competir en costes. Han dejado de lado la calidad, la capacidad individual y el
talento de los más mayores por tener los sueldos más elevados dentro de la
compañía”.
¿Cómo combatir este
escenario? El primer punto de la lista pasa por tomar distancia de los
estereotipos anticuados. “No hay una persona mayor típica, ni la vejez es
sinónimo de dependencia, de carga o de menor productividad”, recuerda la
Organización Mundial de la Salud (OMS). Entender este axioma es la clave para
diseñar las políticas adecuadas y beneficiarse de los dividendos de la
longevidad. Incluso si son mayores de 65. A través de la llamada jubilación activa,
es posible. El ministerio de Empleo confirma a Forbes que hay 56.763 personas
en activo con un empleo parcial que compatibilizan con la pensión de
jubilación. Un hecho que se convertirá en habitual, según los analistas, si se
potencia su uso con mayores incentivos. En España, si trabajas un año adicional
por encima de la edad de jubilación tu pensión aumenta un 2%, mientras que en
Islandia–el país con la tasa más alta de la OCDE de mayores trabajando– la pensión
aumenta entre un 6% y un 8%. “No es de extrañar que la edad media efectiva de
jubilación de los hombres en Islandia sea prácticamente de 70 años y en España
de 62,2”, apunta el economista de FEDEA.
La realidad es que los
mercados de trabajo siguen segmentados y aparentemente hostiles a los trabajadores
de más edad. Ana Sainz, directora general de la Fundación Sociedad y Empresa
Responsable, SERES, a la que están asociadas 150 empresas como Google, Huawei,
Facebook, Banco Santander, Iberia o ACS, entre otras, reconoce a Forbes que “el
compromiso de integración existe, pero debe crecer en importancia porque es el
momento de trazar una hoja de ruta realista para buscar soluciones
innovadoras”.
No esconda la fecha de cumpleaños
Steve Jobs fundó Apple en
el garaje de su casa en California en 1976 pero fue en junio de 2007 cuando,
ataviado con su jersey negro de cuello alto, mostraba al mundo un smartphone
que cambiaría para siempre la forma de entender el modo de comunicarse de la
sociedad. Tenía 50 años y el que mostraba era el producto más rentable jamás
diseñado por su compañía.
Los investigadores de la
Kellogg School of Management, una de las mejores escuelas de negocios, han
constatado tras analizar a 2,7 millones de fundadores en EE UU entre los años
2007 y 2014 que, al contrario de lo que se piensa, los mejores empresarios
suelen ser personas de mediana edad. Es más, un empresario de 50 años tiene
casi el doble de probabilidades de conseguir un triunfo aplastante con su
negocio que uno de 30. Razones de sobra para no esconder la fecha de su cumpleaños.
No obstante, la idea de que los jóvenes son especialmente capaces de
desarrollar grandes proyectos, ya sea en la investigación científica o en los
negocios actuales, está muy extendida. Son cognitivamente más agudos, están
menos distraídos por asuntos familiares, no se rigen por los paradigmas de la
industria y son nativos digitales. No se puede obviar que el desarrollo de las
nuevas tecnologías es un aspecto que va en contra de los más maduros. Muchos de
los puestos de trabajo existentes serán renovados y se crearán otros nuevos en
los que posiblemente no encajen. Se puede asumir que hay nuevos puestos de
trabajo que pueden ser propicios para la entrada de trabajadores jóvenes que
aportan conocimientos teóricos actualizados de entrada, y que ahorran costes
formativos, pero este no es el camino.
Para acelerar su adaptación
y solventar la brecha digital se requiere un esfuerzo de formación y educación
continuado. El problema es que, tal y como recoge una encuesta realizada a más
de 1.500 empresas por el IE Business School en el estudio Los trabajadores
séniors en la empresa española, en el 70% de los casos las compañías no tienen
ningún plan diseñado para sus trabajadores séniors, ni iniciativas para adaptar
los puestos a los nuevos perfiles requeridos, ni medidas orientadas a generar
una actitud inclusiva hacia los mayores. Rafael Puyol, director del
Observatorio de Demografía y Diversidad Generacional de la Fundación IE y
coordinador del trabajo, avisa a Forbes: “Los niveles de productividad que va a
exigir la economía en el futuro dependen de una apuesta verdaderamente decidida
por evitar la obsolescencia del conocimiento”. Por su parte, el sindicato UGT
plantea implicar a todas las partes y propone un plan nacional de actualización
y recualificación profesional para las personas en edad activa. “Es necesario
negociar con los interlocutores sociales y utilizar de modo eficiente todos los
recursos de formación disponibles en las Administraciones Públicas”, apuntan.
Lo que parece claro es que el modelo laboral de las tres etapas nacido en el
siglo XX –educación, carrera profesional y jubilación– ha quedado atrás para
siempre.
Y así lo han entendido en Japón donde,
además de premiar a sus centenarios con copas para tomar sake, han desarrollado
un proyecto nacional dedicado al envejecimiento. El primer ministro Shinzo Abe
ha creado un grupo heteróclito de expertos en torno al llamado Consejo para el
Diseño de la Sociedad de la Vida de 100 Años. Entre sus recomendaciones:
apertura de gimnasios para personas mayores en las empresas o la implantación
robótica para ayudarles a trabajar durante más tiempo.
Fuente: forbes.es/business
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